Luis Aragonés tenía un lema: "dime cómo entrenas y te diré cómo juegas". En el librillo de Joaquín Caparrós existe un matiz: "dime cómo entrenas, cómo juegas y te diré si te alineo". Así nos lo advirtieron tanto desde Sevilla como desde Bilbao cuando preguntábamos por sus experiencias al frente de ambos equipos. Y, en efecto, a las tres semanas ya ha aplicado la medicina sobre Sergio Tejera, sustituido en el descanso del partido disputado en el Vicente Calderón y un fiasco al salir en la última fase del pasado miércoles contra el Sporting de Gijón.

Laudrup nunca colocó el listón de la exigencia a la altura suficiente, sobre todo con los futbolistas subidos del filial. Si en su primera temporada justificó su inexperiencia, en la segunda pretendía evitarles toda responsabilidad. Claro que el danés tampoco fue en ningún momento exigente consigo mismo. Pues no, los Nsue, Pereira, Pina, Cendrós, Tejera, Kevin o el propio Bigas, recién llegado, son tan profesionales como el resto de la plantilla, han de saber competir y asumir que militan en una categoría de élite, hayan salido de Son Bibiloni o de San Petersburgo. Si no aprenden rápidamente esta lección, poco futuro les aguarda y la obligación de su maestro es actuar sin contemplaciones. Tienen en algunos de los veteranos un espejo en el que mirarse. Un privilegio que no tienen derecho a despreciar. Aouate, Nunes, Martí o el pasado año Webó y ahora Chico, constituyen un ejemplo impagable de comportamiento sobre el terreno de juego y fuera de él. Con el técnico que se sienta en el banquillo y los jugadores que tienen a su lado, es intolerable que no rindan al máximo de sus posibilidades.