El divorcio de los padres de Rafael Nadal arruinó una temporada del mayor deportista español de todos los tiempos. El entorno del tenista denigraba a quienes divulgaban esta evidencia, esgrimiendo una batería de problemas físicos para disimular un problema de corte psicológico. Sin embargo, el hexacampeón de Roland Garros explota hoy comercialmente ese episodio lacrimógeno de su biografía en el volumen My Story, que he pagado religiosamente.

El resumen del párrafo anterior es que no sabremos qué le ocurre a Nadal hasta dentro de un par de años, y pagando. La actual crisis del jugador –que no debe medirse con las tres finales del Grand Slam disputadas en 2011, sino con la promesa factible de superar las marcas de Federer– supera a cualquier otra de su carrera. Con o sin razón, se atribuirá en su momento a la incompatibilidad de caracteres con su creador, Toni Nadal. Un repaso a las asperezas que dispensa a su tío en My story ilumina el desencuentro mejor que un sesudo análisis. El entrenador pagará los platos rotos.

La realidad es otra. La única verdad incontestable de los tópicos deportivos es que todos son falsos. En primer lugar, el que predica la "corta carrera" de los atletas de élite. De los 15 a los 35, Nadal estaba programado para ser el más grande durante dos décadas. Pruebe usted mismo a ser el mejor de su especialidad durante sólo un minuto.