Ni Laudrup ni Manzano pueden sentirse satisfechos con las tablas que señalaba el marcador al final del partido. El primero planteó desde el principo un once claramente ofensivo y el segundo tuvo que hacerlo forzado, tras el descanso, al ver que su equipo no había tenido más ocasión que la del penalti cometido por Ramis, mientras el Mallorca podía haber decidido en sendas ocasiones claras de Nsue y Tejera.

El gran drama de los locales es que han ganado partidos jugando mucho peor que ayer y, pese a ser dominados por su rival durante toda la segunda parte, encajó los dos goles más tontos de la temporada, el segundo impropio en jugadores de la experiencia de Nunes y Aouate. Hasta se podría decir que los andaluces, que también fallaron estrepitosamente en boca de gol, arrancaron un punto debido a los fallos del anfitrión, una mezcla de mala suerte y defecto de calidad técinca individual, más sorprendente en De Guzmán, en su postrer uno contra uno frente a Varas, que en Nsue, torpe o Tejera, ingenuo.

Ambos pudieron ganar cuando ya daban por bueno el reparto de puntos en un encuentro plagado de paradojas, con escaso juego en la zona ancha pese a la aglomeración de jugadores en el centro del campo, con goles imposibles y sin convertir las oportunidades más sencillas.

Los visitantes salieron con un 4-1-4-1 en el que Medel fue un náufrago ante las embestidas bermellonas y tuvieron que mover ficha renunciando al dibujo inicial, con un segundo delantero y un claro 4-1-3-2 con el que metieron a su anfitrión demasiado atrás y muy nervioso.

Cualquiera de ambos contendientes pudo ganar el lance y quizás ninguno lo mereció, aunque si en lugar de decidir los errores, hubiera que medir aciertos, el Mallorca se habría hecho merecedor al triunfo por aquello de su teórica inferioridad en presupuesto y plantilla. En fin, una pena.