Con un canto en los dientes puede darse el Mallorca con el punto obtenido ayer ante el Sevilla. Un empate justo en un partido loco, sobre todo al final, en el que ambos equipos dispusieron de sendas claras ocasiones para desnivelar el empate a dos. El equipo de Laudrup realizó una muy buena primera parte y estuvo a merced de su rival en la segunda, con un bajón físico más que preocupante. Al final, dos errores de bulto –un claro penalti de Ramis sobre Negredo y un clamoroso error de Aouate en una falta de entendimiento con Nunes– impidieron la victoria del Mallorca, cuyos jugadores se fueron a dormir más que contentos porque pudo haber sido peor.

La primera parte fue de las que hacen afición. Reunió todos los ingredientes imprescindibles para un buen partido de fútbol. Pasión en las gradas, como hacía tiempo no se veía; goles, un penalti y ocasiones, sobre todo en la portería de Varas. El Mallorca, a diferencia de otras tantas veces, como el pasado domingo en Riazor, salió enchufado al partido, dispuesto a ganarlo, o por lo menos a no perderlo para acercarse de una manera prácticamente definitiva a la salvación.

Enfrente, el Sevilla de Manzano, un entrenador que genera en la isla amor y odio a partes iguales. Algo tiene el técnico de Jaén que, pese a lo mucho que ha conseguido en el Mallorca, no se le quiere. No cae simpático. Un punto engreído, Manzano no ha calado entre la afición rojilla, que le recibió con una sonora pitada al aparecer por el túnel. Esperó el ahora técnico sevillista a que finalizara el ritual previo al partido: saludo entre los capitanes, sorteo de campo, las fotos de los equipos que nunca salen publicadas y hasta el minuto de silencio. Con el balón prácticamente en juego, hizo su aparición Manzano, que por lo que se vio no consiguió su objetivo. Bien es verdad que el público se olvidó rápidamente de él y se centró en lo que sucedía en el terreno de juego, que fue mucho y bueno.

Muy pronto se adelantó el Mallorca en el marcador. Fue Aki el que marcó en su primer gol como rojillo. Se ha hecho esperar, pero valió la pena. El japonés culminó de cabeza una gran jugada de Tejera –otro recital, hasta que le fallaron las fuerzas, del joven delantero catalán al que Serra Ferrer ha declarado instransferible–, quien pasó a Castro y el centro de éste lo aprovechó el nipón para batir a Varas. Poco le duró la alegría a los de Laudrup porque a la media hora Ramis cometió un absurdo penalti sobre Negredo que el propio delantero transformó desde los once metros. El punta del Sevilla le ganó la espalda al pobler, quien derribó al sevillista por mucho que protestara el central mallorquinista.

El Mallorca no se vino abajo. Todo lo contrario. En las dos jugadas siguientes pudo adelantarse por medio de Nsue, ayer ejerciendo las funciones del sancionado Webó, pero al canterano le sobró un regate; y de Tejera, que remató muy flojo un centro de Aki. Sí acertó De Guzmán en el 42 con un tiro raso desde fuera del área que se coló pegado al poste izquierdo de la portería de Varas. Será uno de los goles de la jornada. El Mallorca se iba a los vestuarios con ventaja.

Pero el decorado cambió tras el descanso. El Sevilla se hizo dueño del balón, tanto, que el Mallorca no lo tuvo en su poder hasta pasados cinco minutos de la reanudación. Manzano, que ya antes del descanso puso a un delantero, Rodri, por un centrocampista, Romaric, fue descaradamente a por el partido. Empató a los trece minutos de este segundo periodo por medio de Rakitic, que aprovechó una falta de entendimiento entre Aouate y Nunes. Aquello era un asedio a la portería del israelí, que tan nervioso estaba que a punto estuvo de meterse otro gol en su portería. Laudrup dio entrada a Joao Víctor por Tejera tras el empate del Sevilla. Un minuto tarde. El final fue de locura, con dos ocasiones clarísimas en una y otra portería. En el 90, De Guzmán no aprovecha un gran pase de Víctor, y en el 93 Aouate le paró a Rodri, solo. Reparto de puntos que no deja contentos ni a unos ni a otros.