Será una tarde de morbo, emociones y reencuentros. Gregorio Manzano se cruza en el camino de un Mallorca que le trae toda clase de recuerdos. Ahí están los récords deportivos y de permanencia que registró sentado en el banquillo del conjunto bermellón, la Copa del Rey de 2003 y una clasificación europea que usurparon los despachos. Y luego está la cara B, la de un técnico que se ha situado en el epicentro de una serie de demandas cruzadas con Mateu Alemany y el propio club que se ventilarán en los tribunales.

Hay un grupo de futbolistas que saludarán afectuosamente al entrenador con el que hicieron piña y sellaron el vestuario para protegerse del ruido procedente de los despachos de Son Moix por el traumático proceso de venta y la crisis financiera que asfixiaba a la entidad.

Y un puñado de canteranos que no vivieron aquellos momentos pero que querrán ajustar cuentas con el entrenador que bloqueó su salto a la máxima categoría de la única manera posible: jugando con una dosis extraordinaria de motivación.

Todo puede ocurrir en el Sánchez Pizjuán con un Mallorca que se ha especializado en golpear duramente a los grandes de la Liga. Madrid, Barcelona y Valencia ya saben lo que es perder puntos contra un equipo con el que nadie suele contar. Porque el conjunto de Laudrup se ha revelado esta temporada como un grupo temible cuando se le exige al máximo.

El técnico danés tiene donde elegir para confeccionar la alineación. Es probable que Castro vuelva a la titularidad una vez se ha restablecido por completo de su lesión, aunque tratándose de Laudrup no hay que descartar que el joven Pereira mantenga su puesto en la banda izquierda.

De los que se quedan fuera de la convocatoria llama la atención Sergio Tejera. Sobre el canterano pende una cláusula de pago de 600.000 euros si alcanza los diez partidos y ello hace que todas sus ausencias sean sospechosas, por mucho que Laudrup se esfuerce por negar que se eso le condicione a la hora de confeccionar la lista.

El mérito de los bermellones en caso de arañar algún punto consistirá en detener la escalada de un equipo diseñado para la Champions. Pero por encima de todo, será extraño ver a Gregorio Manzano en el otro banquillo.