Un empate a cero en casa contra un rival como el Deportivo de La Coruña jamás será un buen resultado, pero no hay motivos para la alarma. Esta no es una temporada para exigir más de la cuenta ya que se pueden dar las gracias de que la clasificación no asuste a nadie. Al menos de momento.

El Mallorca es irregular y quizá eso viene marcado por la juventud e inexperiencia de muchos de sus futbolistas. Es normal que en una Liga se te atraganten partidos como el del Espanyol hace quince días o el de ayer, pero este equipo necesita paciencia para coger la forma definitiva. Lo peor es que se sabía que el Deportivo iba a plantar un muro delante de Aranzubía y que no hubo manera de derribarlo. Faltó frescura, apenas había alternativas y quizá sobró un mediocentro en la segunda parte ante un adversario entregado, pero la actitud es la misma que maravilló en Mestalla o que empató con los dos grandes. Hay que tener paciencia, repito. No queda otra, por mucha rabia e impotencia que suponga no quedarse con los tres puntos. Si los tiros al palo de Nsue o al larguero de Pereira hubieran entrado estaríamos hablando de otra cosa, aunque el partido hubiera sido igual de aburrido. Esto es el fútbol y por eso es tan relativo.

Pereira dejó claro que debe ser titular, por lo que con la recuperación de Castro se le presenta un bendito problema a Laudrup. Nsue no estuvo fino y el De Guzmán de ayer no brilló, pero si se fijan, son futbolistas que la temporada pasada no estaban ni en Primera. Ahora llega el esperado partido contra el Sevilla de Gregorio Manzano. ¿Se imaginan un triunfo del Mallorca con gol de un canterano? El morbo está más que servido.