¿Punto y final en Madrid? Allí jugó el español Carlos Moyá su último partido, y todo indica que allí se producirá también el anuncio de su adiós al tenis.

Un escueto comunicado de prensa invitando para una rueda de prensa el miércoles en la capital española le dio más fuerza a lo que desde hace meses es un secreto a voces: el ex número uno del mundo es ya un ex jugador.

Dueño de una derecha temible, carismático e irresistible para muchas mujeres y no pocos hombres, Moyá ocupa a los 34 años el puesto 511 del ranking, un casillero impropio para su tenis.

La culpa es de las lesiones que en los últimos años se cebaron con su imponente metro y noventa de altura. Jugar se volvió en los últimos tiempos toda una ceremonia de dolor para el español, que en su último partido, en mayo en Madrid, cayó 6-0 y 6-2 en primera ronda ante el alemán Benjamin Becker.

Más allá de los problemas físicos, la actriz Carolina Cerezuela, y sobre todo Carla, nacida el 18 de agosto, tienen buena parte de responsabilidad en que Moyá se haya decidido a dar por fin el paso que cualquier deportiste teme y posterga: el adiós a la actividad que trajo el éxito, la fama y el dinero.

"Quiero una retirada digna", había dicho ya en abril de 2009 al decidir operarse de sus problemas de cadera, derivados de una artrosis en el metatarso del pie derecho.

Pero el retiro no será como Moyá soñó, ni como su carrera merecía.

Su cuerpo siguió enviándole malas señales, y entre 2009 y 2010 jugó apenas diez torneos y 15 partidos, de los cuales sólo ganó cinco.

Muy lejos del hombre que en enero de 1997 se llevó por delante a Boris Becker y Michael Chang para escalar hasta la final del Abierto de Australia, en la que sólo un Pete Sampras en sus mejores años pudo frenarlo.

Moyá ya había insinuado el poder de su juego a fines de 1995, al ganar ante apenas 300 personas en el Buenos Aires Lawn Tennis Club su primer título. Carlos Moyá versus Félix Mantilla era una final de desconocidos, de ahí que la mayor parte de las 5.000 butacas quedaran vacías de argentinos.

Pronto dejó de ser un desconocido. Moyá, ganador de 20 torneos, tuvo como gran hito en su carrera el triunfo sobre su amigo y compatriota Alex Corretja en la final de Roland Garros 98. También las dos semanas de marzo de 1999 en las que fue número uno del mundo, una posición inédita hasta entonces para los españoles en la era profesional.

El fugaz reinado de Moyá abrió en cierto modo el camino para que lo imitaran y mejoraran Juan Carlos Ferrero y, en especial, Rafael Nadal, del que es íntimo amigo. El juego y los éxitos de Moyá contribuyeron a que el tenis español se quitara el estigma de jugadores defensivos y creyeran más en sus posibilidades.

Elegido en 1999 por la revista "People" como uno de los "50 hombres más bellos del mundo", Moyá sigue el fútbol con pasión -es hincha del Mallorca-, es amigo del director de cine Santiago Segura - tuvo un pequeño papel en "Torrente II" en 2001-, de los integrantes del grupo pop Café Quijano y del baloncestista Pau Gasol.

En sus 15 temporadas como profesional Moyá logró algo muy difícil en el espinoso ambiente del tenis: nadie habla mal de él. Cuando colegas o periodistas escuchan su nombre, lo primero que surge es el elogio, a la persona incluso antes que al tenista.

El adiós llegará con exhibiciones, una de ellas en diciembre en Buenos Aires, invitado para la Copa Argentina. "Es mi segundo país", dice cada vez que se le habla de su pasión albiceleste, que tendrá ahora más tiempo que nunca para disfrutar.