Laudrup rectifica a veces, como tuvo que hacer en Valencia al situar erróneamente a Pereira de lateral derecho debido a la tarjeta amarilla mostrada a Edson Ramos antes del descanso, pero otras veces se equivoca al intentar aplicar un estilo de juego que no siempre es el más adecuado en función de la plantilla que tiene a su disposición.

Los fallos de los futbolistas cuestan puntos, pero los de los técnicos también y si dentro del terreno de juego se hizo poco para mantener la ventaja adquirida en La Romareda, primero a los 25 minutos de juego y después a los 61, menos se hizo desde el banquillo.

Al danés se le reconoce su sinceridad cuando, tras el partido contra el Espanyol confiesa que se ha jugado mal o, cuando este último domingo, afirma que no se ha jugado bien. Sin embargo omite su parte de responsabilidad en ambos encuentros, cambios tardíos e inocuos ante la visita de los catalanes y ausencia de ellos en la Romareda con jugadores agotados y la necesidad táctica de parar el partido y romper el ritmo del equipo local. Por el contrario, una sola sustitución, poco propicia y peor justificada, como inexplicada la suplencia de Ratinho.

No es que pongamos en duda la capacidad de quien dicen entrenará a la selección danesa dentro de dos años, sino que en su afán de reconstruir un equipo, el arquitecto comete tantos errores como los peones, lo cual ralentiza la obra igual o más que otras circunstancias sobre las que Laudrup pasa con su proverbial calma.