Apenas lleva diez partidos como profesional, pero Michael Pereira (París, 1987) ya está empezando a demostrar que ha llegado a la Primera División para quedarse. El francés cuajó ayer un sensacional encuentro ante el Zaragoza, con golazo incluido, pero se llevó un buen disgusto porque colectivamente no sirvió de nada. La derrota en La Romareda fue de las que duelen, pero al menos a nivel individual sabe que su actuación es para alegrarse. Este futbolista está creciendo futbolísticamente a medida que pasan las jornadas. Da la impresión de que tiene mucha más experiencia de los que dictan sus casi 23 años. El galo ha dejado claro que no le asusta la responsabilidad. La lesión de Castro le dio la oportunidad que toda su vida había soñado. Solo pide minutos, el resto corre por su cuenta. Laudrup se ha dado cuenta de ello y le está recompensando con confianza. No es fácil sustituir a una de las estrellas del equipo cuando lo único que conocía era la Segunda B. Nada más.

Pero ayer, sin ir más lejos, cuando el Mallorca había recibido el mazazo del empate a uno con el tanto de Lafita, Pereira dio un paso hacia adelante. Recibió un extraordinario pase de Webó, ganó en velocidad a su marcador y con toda la tranquilidad y talento del mundo superó la desesperada salida del portero Toni Doblas. Golazo. Era el minuto sesenta y dejaba a los suyos en una situación ideal para llevarse los tres puntos de Aragón. Pero más allá del frustrado deseo, el centrocampista dejó detalles de gran jugador. Sabe jugar a un toque, tiene velocidad, potencia, regate y gol. Puede jugar por cualquiera de las dos bandas y hasta de mediapunta, con la zurda y la diestra, una habilidad que le abre todavía más las puertas. Estas características le han llevado hasta el vestuario del primer equipo, un lugar del que parece que ya no se va a marchar. Su objetivo siempre ha sido triunfar como bermellón. Incluso este verano llegó a decir que se sentía mallorquín, a pesar de que solo llevaba un año en la isla. Ya tiene un hija palmesana, otro motivo para quedarse. Quiso renovar a toda costa porque sabe que el Mallorca es perfecto para progresar.

Pereira deslumbró en la pretemporada. Llegaba como uno de los mejores valores del filial, pero sin ninguna experiencia entre los mayores. Manzano tan solo le llamó en alguna ocasión para entrenar, pero poco más. No obstante, el cambio de filosofía en el club, con la llegada de Serra Ferrer y Laudrup fue su salvación.

En los primeros encuentros ligueros apenas llamó la atención. Quizá en su afán por destacar pecó de ansiedad. Pero los resultados tenían que llegar. Ya en la Copa frente al Sporting se entonó, aunque sus mejores choques han sido los dos últimos. Se ha asociado con Webó a la perfección. Frente al Levante marcó uno de los goles en una acción de área que jamás olvidará. Recibió un cabezazo de Nsue y a la primera, sin controlar, batió al meta. Y ayer participó en los dos tantos. En el primero sirvió con la testa un pase al camerunés para que adelantara a los baleares. Y en el segundo llegó el tanto con el que cualquier futbolista desea lucirse.