Los aficionados del Atlético Baleares tuvieron su día de gloria. Golearon, aunque fuera el equipo B, a su eterno rival, el Mallorca. "¡´Quin partidasso´!", señaló mientras aplaudía Pep Estelrich al final del duelo. "Sólo ha faltado la ´manita´ –marcar cinco goles–", dijo Maria Picó, que no dejaba de gritar "Atlètic, atlètic".

Ni la lluvia, incesante a lo largo de la primera parte, ni los comercios abiertos, ni la coincidencia de su disputa con un ´puente´, pudo con el derbi palmesano de la Segunda B. Aún así, los consultados afirman que la mala metereología restó más afluencia a este duelo, al que acudieron unos cuatro mil espectadores. "Hubiéramos podido ser muchos más, incluso llegar a los siete mil como el día del Guernica", indicó Pere Esteva, que se resguardaba de la lluvia.

A medida que se llegaba al estadio se notaba la expectación. Colas en los accesos y muchos problemas para aparcar ya que el Anexo –lleno de barro y porquería– se llenó enseguida. Los que llegaron tarde lo pagaron aparcando en los alrededores del polideportivo Germans Escalas.

Un lugar en el que se habían citado los representantes de la peña Supporters del Mallorca. Desde allí llegaron caminando y cantando al Estadio Balear. Su llegada, principalmente por los gritos que proferían los rojillos, no pasó nada desapercibida. Es más, hizo que los aficionados del Atlético Baleares despertaran y defendieran sus colores asomándose desde todo lo alto del fondo norte. Fueron momentos tensos en los que la Policía Nacional tuvo que estar atenta a cualquier altercado. No pasó a mayores, y eso que las provocaciones eran patentes.

Las fuerzas de seguridad reservaron el fondo sur para los aficionados del Mallorca, que fueron custodiados en todo momento por un número elevado de efectivos.

El palco registró una afluencia normal, tal vez demasiado escasa por el partido que era. A la derecha del presidente del Atlético Baleares, Fernando Crespí, se sentaron Pep Sansó, responsable de las plantillas base del Mallorca y Paco Galmés, directivo bermellón. A su izquierda, Miquel Bestard, presidente de la Balear de fútbol, y el vicepresidente blanquiazul Fernando Miró. Los políticos, al menos en el palco, no acudieron ayer al evento.

Crespí en el descanso, cuando el equipo ya ganaba por 3-0, se mostraba muy cauto. "Estoy muy contento porque se ha podido ver el potencial que tenemos. Hay que ser prudentes porque queda todavía una parte y el Mallorca tiene un buen equipo", señaló. Un Crespí que reconocía que este duelo había despertado mucha expectación: "Hemos dado 58 acreditaciones de prensa, todo un récord". A pesar de esta expectación mediática sólo un medio de comunicación, IB3 Ràdio, dio el derbi en directo.

La salida al terreno de juego fue de las más estruendosas que se recuerdan. Primero lo hizo el Mallorca y el Estadio parecía que se caía. Principalmente se oyeron silbidos, muchos silbidos y pitos. El Atlético Baleares apareció con el himno y aplausos, sólo rotos por los cánticos de los hinchas del Mallorca.

Este cruce de gritos de ambas aficiones fue la nota común a lo largo del partido, ya que los goles en contra no hicieron callar a la afición roja, más pendiente de la afición contraria que de su equipo. Sin citar gritos descalificativos, hubo algunos que, cuanto menos, fueron curiosos. "Sóis cuatro gatos", "Balearico el que no bote" o "¡Ampliación Vía Cintura!", en contra del Atlético Baleares. "¡Platini! ¡Platini!", "¡Villarreal!, ¡Villarreal! o "¡A Segunda!, ¡A Segunda!", en contra del Mallorca.

La cara de satisfacción que tenían algunos, muchos, aficionados del Atlético Baleares a medida que veían que su equipo certificaba el triunfo, era para enmarcar. "Confiaba en el triunfo, pero nunca con una goleada. Menos mal que he traído a mi hijo para que se acuerda de este gran día", dijo Pep Antich.