Vaya por delante que el Mallorca fue mejor que el Levante en todo momento y que mereció el triunfo al gozar de más ocasiones de gol.

El resultado es el único aliento que proporciona el fútbol, pero el de ayer no ha de impedir que profundizemos en aspectos de este equipo que, más allá de lo que pregona la clasificación, han de preocuparnos.

Laudrup tuvo que introducir importantes cambios de hombres y de posición para reconducir una situación que pudo ser más grave si los valencianos, en lugar de dedicarse a conservar la mínima renta adquirida a los veinticinco minutos, se hubieran esforzado en certificarla.

Primero fue el intercambio de bandas entre Pereira y

Nsue. El francés funcionó mejor en la derecha a la par que Emilio se adaptó a un carril y una posición que no es la suya.

La segunda decisión importante fue el relevo de los delanteros, Cavenaghi y Víctor. El argentino parece llamado a no superar las pobres gestas de sus compatriotas Chupa López o el Polo Quinteros y del mallorquín parece ser que está todo dicho y visto.

Tuvo que salir Webó al rescate para remontar el marcador a lomos del sistema que utiliza el equipo en campo adverso. Eso implica adelantar la posición de de Guzmán, inútil como doble pivote, y recurrir a un solo delantero, situación en la que sólo el camerunés tiene algo que decir y aportar.

Si es cierto que rectificar es de sabios, ayer fue necesario hacerlo, pues durante mucho partido se temió la derrota.