La entrada oficial del Real Mallorca SAD en concurso voluntario de acreedores no es solamente el final de una etapa cuyos brillantes resultados deportivos contrastan con una desastrosa gestión económica, sino el principio de un proceso, esperemos que corto, que desembocará en un cambio de propiedad en principio estable.

El concurso representa, además de una exigencia, un atractivo para cualquier comprador serio. Mientras un nuevo equipo de auditores se dispone a bucear por enésima vez en las cuentas del club para emitir un dictamen capaz de alumbrar la viabilidad del proyecto, hemos de recordar una de las recomendaciones de Johan Cruyff en una entrevista efectuada por Jaume Bauzà en S´Era de Pula al apuntar como una solución que los futbolistas, al retirarse, ocuparan cargos de responsabilidad en los consejos de administración de los clubes. Un consejo que él mismo no ha seguido nunca, pero que el Mallorca va a adoptar en cuanto aterrice Serra Ferrer en la planta noble de Son Moix.

El proceso concursal no incide directamente en la venta del club, aunque su apertura es la única llave que abre la puerta de la operación que pondrá fin al matrimonio, a veces atribulado, de la SAD con Mateu Alemany en forma de separación amistosa, no de divorcio.