Las excusas acerca del tremendo bajón que sufre el Mallorca a domicilio se están agotando. En la primera vuelta se decía que los rivales que tocaban lejos de Son Moix eran de postín. Y era cierto. Barcelona, Real Madrid y Sevilla no son campos fáciles. Pero es que ahora este mismo equipo ya ha perdido con los dos últimos de la tabla. La derrota de anoche en Tenerife no es el ridículo de Xerez de hace dos jornadas, ni mucho menos, pero lo peor es que intentó ganar a un adversario desesperado y no pudo. Esa impotencia es lo realmente preocupante. Quisieron, pero no supieron. Es cierto que el único tanto del encuentro, obra de Nino, llegó en fuera de juego. Y que quizá la derrota es demasiado premio para los ´chicharreros´, pero está claro que algo sucede cuando este equipo coge el avión. El miedo es que la vaca que surte de puntos a los bermellones en Son Moix se quede sin leche. Ahí es cuando pueden llegar las decepciones. El Mallorca pierde el puesto de Champions en beneficio de un Sevilla que irá al Ono Estadi el sábado con ganas de abrir una brecha en la moral de los isleños. El Tenerife no es el típico equipo modesto que pone el autobús. Todo lo contrario. Quizá ése es uno de los problemas que le llevan a estar abajo. Son frágiles atrás, pero su propuesta no es ultradefensiva. Intentan jugar el balón, algo que favorecía a los rojillos, al menos en principio. La velocidad de Castro, el más activo de los rojillos, era una buena arma para sorprender al contrataque. En el minuto siete ya lo intentó, pero el meta Aragoneses estuvo impecable.

Los isleños estaban relativamente cómodos, pero pasó algo que no estaba previsto en el guión. Alfaro sirvió un sensacional pase al hueco a Nino, que solo ante Aouate no falló. Fue un gran gol, es cierto, pero jamás debió subir al marcador porque el ariete estaba en claro fuera de juego. El problema es que Mejuto González no lo vio así.

Ese tanto fue un jarro de agua fría. Sólo se habían disputado trece minutos y ya estaban obligados a remontar. Nino volvió a disponer de otra ocasión, pero su tiro se fue desviado. El Mallorca estaba desconcertado y los locales animados. Ramis sufría demasiado para aguantar la posición, debido a la velocidad de los ataques del rival, aunque se fue entonando. Los visitantes no bajaron los brazos, pero había demasiada imprecisión en el último pase. Llegaban con relativa facilidad a la frontal del área, pero ahí el peligro se esfumaba. De ahí que en el resto de la primera mitad únicamente dos tiros de Mario y Martí asustaran un poco a la afición local. Lo demás sólo eran buenas intenciones. A Aduriz no le llegaban balones, Borja no se los daba y Julio Álvarez estaba desaparecido.

En la reanudación el Mallorca tardó en espabilar. Mikel Alonso, Nino y Omar, que se encontró con los puños de Aouate, avisaron de que podían marcar el segundo. Incluso Nino, en una gran jugada personal, tiró al ´muñeco´ cuando tenía toda la portería para él.

La entrada de Webó aportó más fuerza al ataque. Un cabezazo de Mario despertó a los suyos. Pero la primera de verdad fue la que dispuso Aduriz. El vasco no estuvo nada fino en todo el choque, pero se elevó sobre el central y su espectacular cabezazo se marchó a centímetros del poste. Cuando Mario se fue a la ducha, el Mallorca perdió músculo en el centro del campo. Era de los pocos que intentaban llegar al área con criterio, pero Manzano metió a Pezzolano. El uruguayó no está ni se le espera. Todavía le queda mucha para adaptarse. Un cabezazo de Webó tras un córner lanzado por Borja fue uno de los últimos coletazos de un grupo que lo intentó con más corazón que cabeza.

Incluso los tinerfeños podrían haber rematado la faena, pero son muy inocentes. Ayoze, el del Mallorca, envió un misil desde fuera del área, pero Aragoneses estuvo en su sitio. La frustración se evidenció en los sucesivos saques de esquina de los rojillos, pero ninguno de ellos encontró el camino de un empate que se hubiera dado por bueno.

Así fue como el Mallorca, una vez más, volvió a ser la mejor aspirina para un equipo y una afición que, con el Carnaval de por medio, se fue de fiesta sin dolor de cabeza.