Mateu Alemany no tiene más que dos salidas: cobrar o resolver, y mucho me temo que la segunda es la que más ilusión le hace a un mallorquinismo decepcionado, si no engañado, que muestra su estado de ánimo a través de la poca afluencia de público al Ono Estadi pese a la ejemplar marcha del equipo.

Esto de que a la afición no le interesan los problemas del club, sino sólo lo que sucede en el campo, es un camelo. Precisamente porque lleva mucho tiempo soportando trolas desde que Paul Davidson inauguró la temporada de estrenos, tras la que no podíamos imaginar películas todavía más duras.

El compromiso es serio. La credibilidad de los Martí Mingarro está más que en entredicho y, a su vez, sólo pueden pagar o desistir que, dada su nula predisposición a poner dinero, es lo mejor que podrían hacer, pues demostrarían una sensatez que, hasta este momento, únicamente se les supone.

Por ahora la evidente crisis institucional y económica no ha llegado al vestuario, pero ya se encuentra a sus puertas. Si las relaciones de Martí Asensio con Manzano han siso tensas en todo momento, la plantilla permanece a la espera de un solo incumplimiento más para estallar.

El concurso de acreedores que se vislumbra en un horizonte cercano dejaría a Alemany, entre otros, sin cobrar y al Mallorca en una situación límite que exigiría todo tipo de explicaciones y seguramente ninguna satisfactoria por derivación de responsabilidades. La pelota se balancea sobre un solo tejado.