Sin electricidad y sin batería. Así saltaron los jugadores del Mallorca al Ramón Sánchez Pizjuán. Demasiados cambios en una alineación con la que solamente había dos días para trabajar. Un once desorientado a partir de encajar el primer gol, un regalo tan clamoroso como el segundo que, ocho minutos después, dejaba el lance visto para sentencia. Una orquesta sin director que, más que desafinar, chirriaba ante un anfitrión que, sin hacer nada más que aprovechar la debilidad del visitante, renunció a humillar a su contrincante autoderrotado antes de pisar el césped.

El primer disparo bermellón entre los tres palos de la portería de Palop llegó en el minuto 82. Los de Manzano ni siquiera plantaron cara y el Sevilla no tuvo necesidad de ser competitivo para sumar tres puntos en una noche tediosa. Nada tenemos en contra de las rotaciones. Entendemos que hay que dar minutos, poco a poco, a todos los jugadores. Todo, menos experimentos. No nos bajaron de la nube, lo hicimos solitos y voluntariamente.