Si el tiempo lo permite -las predicciones meteorológicas predicen tormentas para hoy domingo-, Rafel Nadal intentará a partir de las 15 horas (Cuatro y Canal Plus) y por tercera vez consecutiva, el más difícil todavía: destronar al indiscutible rey de la hierba, el suizo Roger Federer, que acumula 65 victorias consecutivas sobre esta superficie y 40 en Wimbledon, a una de igualar al mítico sueco Bjorn Borg, ganador aquí entre 1976 y 1980.

Las semifinales han servido para cambiar los pronósticos. O, por lo menos, para igualarlos. Federer, que no ha cedido un solo set en todo el torneo, ha ido de menos a más; Nadal, por su parte, ha maravillado en sus partidos hasta la penúltima ronda, donde mostró signos de flaqueza ante el alemán Rainer Schuettler. Parecía un partido sencillo ante un rival que venía de jugar un maratón de cinco horas en cuartos de final. Pero, sorprendentemente, ya sea por exceso de confianza -raro en Nadal- o vaya usted a saber el porqué, lo cierto es que el de Manacor presentó su lado más oscuro, el que abre interrogantes de lo que pueda hacer hoy ante el número uno del mundo. Lo que está claro es que, jugando como ante Schuettler, Nadal tiene poco que hacer ante su gran rival.

El partido de hoy es un calco del que disputaron en 1981 Borg y McEnroe. Al igual que Federer hoy, el sueco buscaba su sexta victoria consecutiva en Wimbledon, y lo hacía ante el número 2 del mundo. Fue el partido de la derrota de Borg en la central, el que truncaba cinco años de éxitos, de victorias una detrás de otra. ¿Por qué no se puede repetir la historia?

Federer, que disputa la decimosexta final de un Grand Slam, aspira a su decimotercer título en un grande -el que sería 56 de su impresionante carrera-, que de lograrlo se situaría a sólo uno de igualar el récord del norteamericano Pete Sampras.

El objetivo de Nadal no es menor. Ganador este año de 54 partidos por sólo siete derrotas, poseedor de cinco títulos en 2008 y 28 a lo largo de su carrera, de ganar hoy conseguirá un hito, otro más en su trayectoria: ser el primer jugador desde 1980 que triunfa en Roland Garros y Wimbledon de manera consecutiva. Y todavía más. Si gana será el primero de la historia en triunfar en París, Queen´s y Wimbledon de forma consecutiva.

Las bazas de Nadal están claras: jugar con la misma intensidad con que lo ha hecho hasta los cuartos de final y mantener el elevado tanto por ciento de puntos de saque y pelotas ajustadas a la línea, que obliga a su rival a un esfuerzo suplementario que casi siempre acaba pagando.

Y qué decir de Federer. En Wimbledon es como si jugara en el patio de su casa. Está en su salsa. Sirve de maravilla, volea mejor y se siente más cómodo en hierba tanto con su golpe de derecha como de revés. No ha perdido un set en todo el torneo y ha resuelto sus partidos con una autoridad propia del campeón que es.

En el recuerdo, la final del pasado año, en la que Nadal tan cerca estuvo de llevarse la victoria ante un Federer que, por momentos, parecía hundido. Pero sacó fuerzas de donde no las tenía y conquistó su quinto título. Es la lección que sacó Nadal de la última final. Con Federer en frente, hasta la última pelota no se puede cantar victoria.

Venus suma su quinto título

Venus Williams se llevó la final del torneo femenino ante su hermana Serena, a la que derrotó por 7/5 y 6/4. El de ayer es el quinto título de la mayor de las hermanas Williams, que junto a su hermana también ganó en dobles.