Al ídolo local, el escocés Andy Murray, se le fue toda la fuerza por la boca. En la víspera había dicho: "Tengo el poder para derrotar a Nadal. El plan de juego es servir bien y ser agresivo". Ni sirvió bien -69 por ciento de puntos ganados- ni fue lo suficientemente agresivo. Al menos no ante Nadal, que se impuso en menos de dos horas por 6/3, 6/2 y 6/4 en un partido más cómodo de lo previsto.

El número dos del mundo lo hizo todo bien. Apenas se le vieron errores en otro partido, y van, casi perfecto, en el que salió decidido a resolver por la vía rápida ante un rival que tuvo el incondicional apoyo de su público, como no podía ser de otra manera. Una afición entregada con su jugador, al que no paró de animar ni cuando el partido estaba decidido claramente a favor de Nadal.

El mallorquín está pletórico de forma. Parece que está en disposición de hacer bueno el dicho de que a la tercera va la vencida. A Murray, que venía de remontar dos sets a Gasquet, le fundió ya en el primer set. La táctica parecía clara viendo los primeros compases del partido: hacer correr a Murray hasta el agotamiento. Una pelota a la derecha, otra a la izquierda, una dejada combinada con un revés liftado. Todo pensado para que el británico dijera basta.

El marcador es una clara muestra de la superioridad de Nadal, que llegó a ganar hasta ocho juegos en blanco, seis con su servicio y dos al resto. El colmo fue en el segundo set, en donde cinco de los seis juegos se los llevó sin que Murray lograra un solo punto. A eso se le llama una soberana paliza. Y eso que Murray, que ayer perdió por cuarta vez ante Nadal en otros tantos partidos, lo intentó. Posee golpes de gran jugador, como la derecha y un primer servicio que hace daño. Pero flojea enormemente en el segundo. Y lo peor, es tremendamente irregular. Tras un golpe magistral protagoniza una pifia de sonrojo. Ayer cometió varias.

Pero Murray estaba dispuesto a morir con las botas puestas. En el tercer y definitivo set presentó más batalla que en los dos parciales anteriores. Los puntos eran más disputados. Nadal tuvo que emplearse a fondo para conservar su servicio. En el cuarto juego de este tercer set, el público que abarrotaba la central de Wimbledon celebró como si de un punto de partido se tratara el que Murray se pusiera 15-30 al servicio de su rival. Tenía motivos. Era la primera vez en todo el partido que el escocés se ponía por delante en el resto. Fue un espejismo. Nadal no perdió su servicio -de hecho no lo hizo ninguna vez en todo el partido-, y en el séptimo juego rompió el de su rival para certificar su pase a semifinales. Partido en el que todavía desconoce su rival, que saldrá del alemán Schuettler y el francés Clement. Ayer empataban a un set.