Había fiesta en la ´Catedral´ blanca del tenis mundial. Los británicos tenían a su esperanza escocesa en cuartos. Pero no contaron con Nadal o al menos no quisieron valorarlo. Con el mallorquín en la pista no hay respaldo que gane un punto. Además, el tenis no es el fútbol. Wimbledon tiene unas reglas comenzando con la vestimenta. Ellos no tienen a un Muñoz, el todavía presidente de la Federación Española de tenis, que mande mensajes vejatorios si no se ponen el escudo de España. Ellos dicen de blanco y, si no hay otra cosa, buenos son unas calzoncillos a la vieja usanza y una camisa de boda. Pero se va de blanco. Pueden imponer eso y muchas otras cosas, pero no pueden pasar más veces la pelota al campo del contrario. En eso gana Nadal, y de qué manera. Ayer el escocés Andy Murray no sabía donde meterse. La promesa británica no tiene tenis ni para ganarle un set. Y menos con un Nadal que supera el 90 por ciento de puntos ganadores con su primer servicio. Eso es abusar y en casa del contario. El recital Nadal iba más encaminado a Federer que a Murray. Quería meter el miedo en el cuerpo al suizo. Si el servicio fue efectivo, mucho más lo fueron su derecha y su revés. Y encima va y dice que está jugando muy cómodo. Como para no asustar.