La familiaridad adquirida por Bernd Schuster en el fútbol español, alimentada gracias a sus 13 temporadas como futbolista y que va camino de la cuarta como entrenador, no exime de alicientes su nueva presencia en el Camp Nou, hoy domingo, como parte activa entre los protagonismos que concentra el clásico.

El alemán, uno de los jugadores que por juego y personalidad más ha acentuado su trayectoria en la Liga, no ha perdido un ápice del condicionante agitador que le marcó como futbolista una vez trasvasado a las labores de técnico.

Tal y como sucedía antaño, todo lo que procede de Schuster hace ruido. Ocurrió sobre el terreno de juego y sigue en el banquillo. Por tanto, no es de extrañar que la suya sea una de las presencias que más atención demandará hoyo en el templo azulgrana.

Ya como técnico del Getafe el germano acudió al escenario que le acunó a su llegada a España. Salió escaldado en la mayoría de las visitas con el conjunto azulón. Sin embargo, salió más que airoso del envite más reciente. Y el más sonoro. El que sonrojó al Barcelona de Frank Rijkaard en la semifinal de la Copa del Rey del pasado curso. Horas antes, el teutón había advertido que si dicho hecho se producía, "quemaría el estadio".

Schuster aglutina experiencia para repartir en cuanto a visitas al campo del Barcelona. Acudió como jugador con el Real Madrid, con el Atlético de Madrid. Y como preparador del Levante y Getafe. Hoy lo hará como entrenador del Real Madrid. Como parte fundamental del gran clásico del fútbol español. Son palabras mayores.

Igual que otros muchos, Bernd Schuster representa con evidencia los vaivenes que genera el mundo del balompié. Lejos del reclamado sentimiento por los colores, el germano acumula motivos para argumentar el evidente mercantilismo que ha acaparado un deporte súper profesionalizado. En su día no tuvo en cuenta su larga y dilatada trayectoria en Barcelona. Sin excesivas dudas y con determinación se comprometió con el enemigo. Y se enroló en el Real Madrid.