Tenía motivos Basinas para taparse la cara cuando el árbitro pitó el final del partido. Unos segundos antes acababa de errar una de esas ocasiones que parece imposible que el balón no acabe en el fondo de la portería. Jonás, ayer más galgo que nunca, corrió su banda desde su propia área, y ya en la contraria puso un balón franco a Basinas, en posición de delantero centro. El griego controló la pelota y, cuando los aficionados se disponían a cantar un gol que parecía hecho, el balón se fue por encima del larguero. Un defensa se había interpuesto y evitó lo que hubiera significado una victoria épica del Mallorca. Se tuvo que conformar con otro empate. Y la verdad es que tan mal no supo tal como fue el partido.

Como suele ser habitual cuando del Mallorca se trata, hubo un encuentro antes y después de la expulsión. Ayer le tocó el turno a Nunes, que se acordó de la madre del asistente y el árbitro no se lo pensó a la hora de mostrarle la roja. Era el minuto 32 y toda una hora por delante en inferioridad numérica. Un mal que ya empieza a ser endémico. Son ocho las expulsiones en dieciséis jornadas. Un dato que no es por casualidad y que tendría que hacer recapacitar a más de uno, Manzano el primero. Así se hace muy difícil ganar partidos. El de ayer, con once sobre el terreno de juego, posiblemente hubiera sido para el Mallorca, ante un Athletic que jugó igual contra diez que contra once. Es verdad que los de Caparrós tuvieron sus oportunidades -faltaría más-, pero salvo un par de felices intervenciones de un cada vez más asentado Lux, no logró meter el miedo en el cuerpo a los aficionados mallorquinistas.

Antes de la expulsión, Varela pudo adelantar a su equipo, pero su remate de cabeza se estrelló en el poste de la portería de Aranzubía. Salvo unos minutos iniciales en los que al Mallorca le costó encontrar su sitio, los de Manzano controlaron la mayor parte del partido.

Pelea Güiza-Pereyra

Se llegó al descanso, y cuando los jugadores se dirigían a los vestuarios se pudo presenciar una escena insólita. Güiza y Pereyra llegaron a las manos a la vista de todo el mundo en un espectáculo lamentable. Suerte de Webó, que se llevó al delantero, y de Jonás, que hizo lo propio con su compatriota. Dicen que los trapos sucios se lavan en casa, pero hay que predicar con el ejemplo. Güiza y Pereyra, dos gallos en un mismo gallinero, son de los que no se callan nada, dos broncas, para utilizar un término coloquial. Cada uno en su papel, son dos hombres importantes en el esquema de Manzano. Por lo tanto, sería bueno para el equipo que guardaran la compostura y que lo de ayer se quede en una anécdota.

Se esperaba a un Athletic decidido a ir a por la victoria en la segunda parte. Pero no fue así. Caparrós no movió ni una pieza. Manzano, por su parte, había colocado a Héctor de central tras la expulsión de Nunes y retrasó a Varela a cubrir el lateral derecho. A los quince minutos Basinas reforzó el centro del campo en sustitución de un Güiza que, pese a entrar poco en juego, tuvo en sus botas el gol, pero se interpuso Aranzubía.

Pese al intenso frío, el partido estaba cada vez más caliente. Mallorca y Athletic no se daban tregua y luchaban por cada pelota como si fuera la última. Las discusiones y los malos modos eran la tónica siempre con la permisibilidad de un árbitro sin ninguna personalidad. Expulsión de Nunes al margen -justa si es verdad lo que dice el acta-, sus decisiones no dejaron contento ni a uno ni a otro. El Mallorca le reclamó penalti por un empujón de Amorebieta a Güiza a los cinco minutos de la segunda parte. Pudo haberlo pitado, porque el empujón existió, pero este tipo de lances difícilmente se señalan. Por su parte, el Athletic se quejaba de las continuas faltas de los mallorquinistas. En cualquier caso, lícitas.

Como suele ocurrir cuando un equipo juega en inferioridad numérica, los últimos minutos fueron de muchos nervios. El Athletic pasó a controlar totalmente el centro del campo. El Mallorca no pasaba del círculo central y se limitaba a intentar aprovechar alguna contra. Pero era un dominio ficticio. Sólo a seis minutos del final Etxeberria tuvo en sus botas el gol, pero se encontró con un Lux inspirado que puso una mano salvadora. Hasta la mencionada jugada de Jonás que Basinas tiró a la basura.

Como el día del Murcia, ante el que Lux evitó la derrota en los instantes finales, habrá que dar por bueno el punto obtenido ayer. Porque poco más se le puede pedir a un equipo que juega una hora en inferioridad numérica. Ocho expulsiones son muchas, demasiadas, para dieciséis jornadas disputadas. Si no es por acumulación de amonestaciones es por protestar. Lo cierto es que ya se convierte en noticia que el Mallorca acabe un partido con once sobre el terreno de juego.

Era el de ayer el partido que tenía que marcar un poco los objetivos del Mallorca. Si ganaba, podía seguir luchando por estar entre los de arriba. Si perdía, se quedaba con los de abajo. Tras el empate todo sigue igual, pero da la impresión de que, pese a que aún queda mucha tela que cortar, el colectivo de Manzano está dejando pasar el tren.