Un punto no vale nada y, a veces, vale mucho. El que ayer sumó el Mallorca es de estos últimos porque lo logró en inferioridad numérica y, al contrario que en otras ocasiones, tirando de casta y orgullo frente al evidente prejuicio que los árbitros muestran, semana tras semana, con los colores mallorquinistas. Ayer, aparte la expulsión de Nunes, no solamente se usó una vara de medir distinta para cada equipo, sino que el colegiado pasó por alto un evidente penalti de Amorebieta a Güiza, el tercero o cuarto que sufre el jerezano y que no le pitan.

La teoría de la conspiración. El arbitraje español lleva mucho tiempo gravemente enfermo. Un mero repaso a la lista de internacionales, en la que se encuentra Rubinos Pérez sin ir más lejos, permite sospechar el avance del cáncer que corroe al estamento arbitral. Que perjudiquen al Mallorca por su apoyo a la futura candidatura de Mateu Alemany a la presidencia de la Federación Española de Fútbol, teoría abonada desde donde menos se debiera, no tiene la menor lógica. Pero, eso sí, es evidente que algo pasa. No cabe hablar de persecución, ni elucubrar hipótesis desvariadas, pero es un hecho que a los jugadores del Mallorca se les mira con una lupa de aumento que no rige para otros equipos. Y lo saben los propios árbitros que analizan las actuaciones de sus compañeros.

Con la cara bien alta. Si el conjunto que dirige Manzano ha sabido hacer frente a la adversidad, como volvió a demostrar ayer, no hay razón para justificar tardes menos afortunadas en base al castigo sufrido. Incluso con diez sobre el terreno de juego, el Mallorca fue mejor que el Athlétic, mereció la victoria y se le escapó, pese a la influencia del trencilla, por verdadero infortunio en la penúltima jugada del partido. Si hubiera hecho lo mismo en Santander, en lugar de estar mirando al tendido, otro gallo habría cantado en Cantabria, como lo hubiera hecho ayer si el palo no devuelve, ya en la primera parte, un cabezazo de Varela. Hay que reconocer que, errores arbitrales al margen, tampoco la fortuna bebe sus vientos por la bandera colorada.

En el mismo estado. La clasificación se mantiene estable, pero cada nuevo encuentro exige una actitud como la de ayer y no como la mostrada en los Campos de Esport o el Reyno de Navarra, próximo destino. Otra vez sin Webó y ahora también sin Nunes, no hay excusa para reivindicar la táctica del avestruz. El Mallorca ha dado pruebas más que suficientes de ser capaz de mucho más de lo que, puntualmente, ha ofrecido. Este ha de ser su compromiso, por muchas contrariedades que se presenten. La suerte y los jueces no estarán en contra durante toda la eternidad y queda mucha liga, demasiada según cómo se mire.

Según el color. El Real Madrid quisiera terminarla ya y el Barcelona espera el derbi del domingo sin Messi para despedir el año con menos dudas de las que ha sembrado. Villareal y Athletic, de comparsas y al acecho. La liga se ha apretado por el centro. El punto épico del Mallorca le permite reducir distancias, aunque mínimamente, al cruzarse con el Valencia de Koeman en plena caída. Son un montón de equipos metidos en un pañuelo, lo que avala la necesidad de la autoexigencia. El Levante entra en desahucio no sólo estadístico y el Deportivo se mete en más problemas de los que desearía, con la cabeza de Lotina pendiente de un hilo. Ahí bajo se vive mal y se respira peor.