Manzano tiene un problema cuyo estudio va más allá del partido con el que la Copa se abrió para el Mallorca bajo la amenaza de una efímera vida en la competición. Quizás más de uno, aunque el que más preocupa es el de una defensa, la tercera más goleada de Primera división, que ha encajado ya cinco goles más que en la misma jornada de la pasada Liga.

El Mallorca copero, con suplentes o sin ellos, puesto que también los tenía Osasuna, no difiere del que atraviesa un momento especialmente delicado de juego y de actitud. Una sola oportunidad ante la portería de Elía, de Trejo ya muy avanzado el encuentro, contrasta con las cedidas a los locales, que se mofaron de la zaga en la fase inicial y perdonaron la sentencia definitiva del emparejamiento. A alguno de los que no suelen jugar, se les puede perdonar, por la inactividad, la escasa tensión. No es el caso de Arango, ni tampoco de Víctor, ante los que el más joven de los argentinos pìde a gritos prioridad aunque sólo fuera por el interés que pone. Lamentablemente la principal desazón no la causa la delantera, aunque también se resienta del desbarajuste que se genera a sus espaldas.

De los cuatro que vigilan la retaguardia, al menos dos no se sostienen de pie. Si a ello añadimos la nula ayuda que prestan los centrocampistas, empezaremos a profundizar en los males de un equipo que se reserva a sí mismo para las grandes gestas y naufraga en el día a día.

Los amantes de la épica tienen una cita en el partido de vuelta. A los más realistas nos inquieta mucho más el del domingo en Palma, ante el Athletic, y lo que queda hasta el final de una primera vuelta que, a este paso, promete no ser muy distinto al de hace un año