Llámenle mala suerte o échenle la culpa al árbitro, los despistes o el fuerte viento. Incluso al entrenador o los propios jugadores. Pero lo cierto es que el Real Mallorca lo tuvo todo de cara sólo hasta el gol 900. A raíz del tanto de Webó en el minuto 12 todo se le cayó encima a los hombres de Gregorio Manzano que vieron cómo encajaban dos goles seguidos y la rigurosa expulsión del propio camerunés les dejaba con diez durante setenta minutos. El mal fario evitó que el Mallorca se encuentre en estos momentos todavía más cerca de los puestos de la Copa de la UEFA. Ocasión perdida.

El primer tiempo fue un casino, como dicen los italianos. Cada minuto que pasaba ocurría alguna novedad importante y normalmente en contra del visitante. Sólo faltó un penalti. ¿Será porque Iturralde no tuvo la opción de señalarlo? De lo demás, hubo de todo y por partida doble y triple. Los isleños se las prometían muy felices con el gol de Webó. Por cierto, de remate impecable. El camerunés volvió a enseñar su potente toque de cabeza para aprovechar un centro de Ibagaza y anotar su segundo tanto de la Liga. El primer movimiento en el marcador olía a repetir el triunfo de la temporada pasada. Pero un codazo del propio Webó a Oriol fue el inicio del fin, pues era la puntilla al tanto del empate que había llegado un momento antes en un grave despiste de la defensa. La jugada recordó al gol que encajó el Getafe hace dos jornadas. En diez minutos se terminaron las opciones isleñas, que no ilusiones. Los de Manzano lo intentarían de todas las formas habidas y por haber, pero sin el instinto y la llegada suficiente para darle la vuelta al marcador. Güiza, más que intermitente y alejado del resto, perdió su apetito con escasas apariciones.

Tras el gol local y la roja a Webó, llegó el segundo y definitivo. en una gran jugada de Smolarek que remató como un cohete un sorprendente Duscher. Igual de sorprendente fue el rendimiento del delantero polaco, que desvió por completo las aptitudes de un Navarro desbocado. Smolarek, como Munitis, que marcó el tercero para apuntillar el festival racinguista, fueron sustituidos por Marcelino García Toral para recibir el calor del Sardinero.

Con el 2-1 y el partido totalmente en contra, Manzano reaccionó de golpe en busca de un revulsivo. Así que retiró del campo a Arango para contener al rival en el centro del campo. Pero la aparición de Basinas sería tan superflua que en el segundo tiempo debería llegar Borja Valero para acercar al equipo a la portería de un modesto Toño convertido esta temporada en el meta menos batido de la máxima categoría. Pero ni con ésas.

Cambios sin cambios

El cambio de Manzano coincidió con otro pequeño momento de fortuna isleña. Iturralde González, que no perdonó una sola tarjeta amarilla a nadie, le mostró la segunda a Serrano tras una dura entrada al Caño. Ésta sí que era indiscutible desde cualquier ángulo. El partido se igualaba en cuanto al número de jugadores justo cuando el técnico isleño impulsaba variaciones en la táctica. Había de nuevo opciones de éxito. Sin compactarse el bloque en esos minutos finales del primer tiempo, los bermellones se relajaban tras surcar los peores momentos de todo el partido. Volvía la calma de cara al esprint final.

Y así llegó el segundo tramo, que dio comienzo de otra forma. El Mallorca demostró desde el primer segundo que era el equipo que buscaba cambiar el resultado, el que debía imponer el ritmo. Un Basinas más avanzado que antes -finalmente sólo se le vio en una acción- y un Ibagaza que se destacó del resto con un primer intento que terminó en el larguero dejaban muestras del cambio. Quedaba bien claro, el Racing se postulaba atrás a aguantar el marcador en otro partido anodino en su estadio mientras a los rojillos no les quedaba otra que atacar en busca de, por lo menos, el empate. Pero quedó en un mero trazo que no duró un cuarto de hora.

El Racing recuperó su orden también con diez sobre el césped y afloró su narcisismo escondido esta campaña pese a ser una de las revelaciones. Jorge López, Duscher, Smolarek y Munitis llevaron de cráneo a los bermellones que intentaban llegar a portería sin éxito. Héctor tuvo en sus botas el empate, pero al lateral le tocó el caramelo más picante. Como si a Güiza le hubiese tocado meterse de portero en el lanzamiento de un penalti en el descuento con el resultado igualado. El almeriense tuvo dos ocasiones en la misma acción, pero le vino grande. De ahí todo se clausuró con un jugadón de Tchité, que también desarboló la banda de Navarro. Munitis no perdonó el pase del congoleño. No era el día del Mallorca. Ya van dos. El del Murcia se arregló a medias. Los isleños pierden así el tren europeo justo cuando llega la semana más complicada. Y es que la Copa del Rey vuelve el miércoles para un mallorquinismo y manzanismo que aún recuerda aquel 2003.