Uno, que ha visto al Mallorca más grande de la historia después de haber vivido no pocos momentos en los que incluso pudo desaparecer y ni se podía imaginar que llegaría a disputar competiciones europeas, cree que se le exige más de lo que se le da, ahora que está tan de moda hablar de lo que aportamos y recibimos a cambio. En definitiva, queremos resultados de Champions o Uefa con apenas quince mil almas en el estadio que, descontados los abonos, se quedan en tres mil locos por el fútbol que o entran gratis o en función del equipo contrario.

A eso creo que se refiere Gregorio Manzano cuando acuña eso de que "señores, que somos el Mallorca", es decir el décimo sexto de primera división en afluencia de espectadores. Bueno, a eso y a que obviamente no somos el Madrid o el Barça, lo que ha quedado muy patente con los arbitrajes recibidos, ni tampoco el Milan, el Bayern de Munich o el Chelsea, lo cual no es menos notorio.

Durante años ha habido que equilibrar presupuestos a través del traspaso de jugadores y la temporada en curso no será excepcional por mucho que haya quien pida una plantilla de lujo mientras sea otro quien pague, una actitud muy de la tierra.

Nada de lo dicho limita las legítimas aspiraciones de la afición, pero sin perder ni por un instante la noción de una realidad que lleva once años manteniéndose y rezamos para que siga haciéndolo.