En una final menos brillante que la del año pasado, Rafel Nadal consiguió ayer un hito en la historia del tenis español y del torneo: sumar su tercer Roland Garros, con lo que iguala a mítico Manolo Santana en grandes títulos, y ser el segundo jugador en la historia del torneo en conquistar tres títulos de manera consecutiva, tras hacerlo el sueco Bjorn Borg entre el 78 y 80.

Después de tres horas y diez minutos de dura lucha, el mallorquín repitió su ritual de cada año. Tras la enésima pelota de Federer que se fue fuera, Nadal se tiró sobre la tierra, de espaldas, para celebrar su victoria sobre el número uno del mundo por 6/3, 4/6, 6/3 y 6/4. Fue muy emotivo, pero tal vez porque nada es como la primera vez, la celebración perdió parte del encanto de cuando se impuso a Mariano Puerta en su primera gran final.

No se vio al mejor Nadal ni, por supuesto, al mejor Federer, que falló de forma excesiva. Ante Davydenko, en semifinales, le salvó que el ruso carece de la fuerza mental de Nadal. Ayer, sus muchos errores, sobre todo con el revés, resultaron fatales para su intento de conseguir el único grande que le falta. Y eso que en el primer set demostraron ambos que, pese a su experiencia, la responsabilidad les pesaba. Una doble falta del suizo, dos caños de Nadal. A duras penas, sobre todo el mallorquín, conservaba su servicio.

Larguísimo sexto juego

Especialmente largo fue el sexto juego en el que superó cinco pelotas de break. Y lo que son las cosas, tras sufrir lo que no está en los escritos para conservar su servicio, en el siguiente rompió el de su rival en blanco. En el noveno repetiría la jugada para anotarse el primer set. Era la primera vez que se anotaba el primer parcial en las tres finales de Roland Garros que ha disputado.

El punto de inflexión del segundo set también se produciría en el séptimo juego, cuando Federer rompió el servicio de su rival. Le fue suficiente para anotarse el set e igualar a uno. Había partido. O eso parecía. Porque Nadal, sin deslumbrar, empezó a sentirse más cómodo sobre la pista. Parece que necesita un largo calentamiento -más de una hora para llegar al tercer set- para sentirse cómodo, en su salsa. Desde el primer momento le advirtió a Federer que si quería ganarle tendría que darlo todo y más. En el segundo juego Nadal ya rompió el servicio, que lo mantuvo hasta el final del partido. Aquí estuvo una de las claves. En el tercer y cuarto set mejoró la seguridad en el servicio del mallorquín. Ya no sufría tanto como en el primero. Y, en el cuarto y definitivo, su juego agresivo, con pelotas ajustadas al fondo de la pista que hicieron imposible cualquier esfuerzo de su rival. Federer parecía entregado. Ya desde que Nadal se anotó el segundo set. Remontar al ´maníaco de Manacor´, como le llamaba ayer Le Figaro por su ritual a la hora de sacar, se convertía en una tarea imposible para el helvético, acostumbrado a no sufrir en la pista salvo cuando se enfrenta a Nadal. Y más en tierra.

En el cuarto y definitivo set Nadal repitió la jugada. No fue en el segundo juego, pero sí en el tercero cuando volvió a romper el saque de Federer, que a partir de ese momento ya vio que tendría que esperar a otro año para triunfar sobre la tierra de París. Hubo pocos puntos espectaculares, pero alguno fue memorable. Como en el noveno juego, cuando intercambiaron un interminable peloteo en medio de un silencio sepulcral en la central. El punto se lo llevó Nadal, que ya se veía campeón.

Nadal, que ya supera a Federer por 8-4, iguala a Kuerten, Lendl, Wilander y Lacoste como ganador en tres ocasiones, y se sitúa a sólo una de Henry Cochet y a mitad de camino de Borg, que ostenta el récord con seis. El mallorquín, que suma el quinto título de la temporada, tras los conseguidos en Indian Wells, Montecarlo, Barcelona y Roma, ha impedido a su eterno rival sumar los cuatro grandes de forma consecutiva. Este chico, acostumbrado a ganarlo todo, debe empezar a pensar que posiblemente se retire sin levantar el trofeo. Y es que, de momento, Nadal es imbatible en París.