Todo empezó a comienzos de septiembre del año pasado. Tras caer en los cuartos de final del Abierto de Estados Unidos ante el ruso Mijail Youzhny, Toni Nadal tomó una drástica decisión: "Vamos a empezar el trabajo para conseguir estar a punto para el Abierto de Australia en enero". El motivo, cambiar el estilo de juego para solucionar de una vez por todas el problema crónico del pie -fisura del escafoides- que le mantuvo apartado cuatro meses de las pistas entre noviembre de 2005 y febrero de 2006, cuando reapareció en el torneo de Marsella.

Siguió jugando, lógicamente, pero los resultados eran discretos. Tras llegar a la final de Wimbledon en julio del pasado año, no alcanzó el partido decisivo de un torneo hasta el pasado 18 de marzo, cuando ganó en Indian Wells al serbio Novak Djokovic. Antes, resultados discretos para un campeón como él. Cayó en segunda ronda en Estoril, en cuartos en Madrid, se recuperó al llegar a semifinales en el Masters de Shanghai, semifinales en Chennai y cuartos en Australia y Dubai.

Y es que, apoyados en la opinión de los médicos que atendieron al jugador, se tomó conciencia de que existía un problema en el pie de Nadal por lo que se hacía imprescindible cambiar su juego para evitar sufrimiento en la pista y más horas de juego de las necesarias.

"Rafel debe asumir que vivirá hasta el final con esos problemas", reconoció Toni Nadal a ´El Periódico´. Desde que quedaron eliminados en el abierto estadounidense se dedicaron a trabajar el servicio, a mejorar el drive para convertirlo en un golpe ganador y a buscar más el punto de revés, incidiendo en el liftado. En una palabra, ser más agresivo en la pista para intentar que los partidos no se le hagan excesivamente largo, incluso ante rivales muy inferiores a él. Para ello ha cambiado levemente la empuñadura con el objetivo de tirar más plano.

Ha costado, pero el trabajo de los últimos meses se ha empezado a notar. En Indian Wells, según Toni Nadal, "jugó el mejor tenis que le visto hasta ahora". Después llegaron consecutivamente los torneos de Montecarlo, Barcelona y Roma y la final de Hamburgo, perdida ante Federer. Y aquí, en París, ha recuperado su mejor nivel. La agresividad es su fuerte. Nadal ha recuperado la confianza en su juego. Siente que puede batir a cualquiera, aunque sea Federer, y en cualquier tipo de superficie. Nadal vuelve a ser el de antes.