Dicen de él que es el tenista con más futuro del circuito, el único que puede interponerse en la dictadura que imprimen desde hace un par de años Roger Federer y Rafel Nadal, su rival de esta tarde en las semifinales de Roland Garros. Es Novak Djokovic, un tipo agradable, simpático como pocos, según los que se han relacionado con él.

Djokovic, de 20 años, ya multimillonario, arrastra tras de sí a prácticamente toda su familia. Allá donde va Novak, detrás estarán su más allegados, su padre Srdjan, su madre Djana y su hermano de 12 años Djordje, siempre con una raqueta en la mano tratando de emular a su famoso hermano.

Djokovic tendría que haber sido esquiador antes que tenista. Por pura lógica. Procede de Kopaonik, una estación de esquí muy concurrida y en la que Novak, como no podía ser de otra manera, siempre en compañía de sus padres, se deslizaba por la nieve. Dicen que no lo hacía nada mal. Pero su destino cambió de manera inesperada cuando sus padres pasaron a regentar un restaurante con unas pistas de tenis en la acera de enfrente. Aquel día murió el Djokjovic esquiador para nacer el tenista.

A los siete años, Jelena Gencic, entrenadora serbia que dirigió los destinos de Mónica Seles y Goran Ivanisevic, predijo que estaban delante de un futuro gran campeón. A los doce, Niki Pilic se lo llevó a su academia en Múnich, y repitió la predicción de Gencic, que su futuro estaba irremediablemente unido a una raqueta. Desde ese momento, desde que sus padres decidieron que su hijo se fuera a vivir a Alemania, todo ha estado planificado para que alcance el primer nivel. Trabajan para que sea el número uno. Toda la familia está volcada en el hijo mayor.

Tan encima de él están que el pasado mes de octubre, cuando alcanzó la final del torneo de Metz (Francia), la familia fletó un avión el domingo por la mañana desde Belgrado para estar al lado de su hijo. Fue una sorpresa. Por supuesto ganó. En los cuartos de final, ante Igor Andreev, la familia quiso demostrarle su apoyo vistiéndose con una camiseta, amarilla, igual a la que luce el jugador en sus partidos. Fue una forma como otra cualquiera de dejarse ver.

La madre, Djana, que piensa las 24 horas del día en cómo hacer felices a sus hijos, presume de que Novak es como su país, Serbia, "apasionado y que tuvo que luchar mucho para conseguir algo. Novak tiene esto, es un guerrero con un corazón grande", resume Djana.

Entre los tenistas no suele haber mucha relación. Disputan sus partidos y se van a los hoteles sin presenciar ningún partido. Pero Djokovic es abierto y dicen que muy simpático. En la cena que la organización del torneo de Montecarlo ofreció a los jugadores, el pasado mes de mayo, el rival de esta tarde de Nadal dio la nota al imitar al norteamericano Andy Roddick. Terminó en tanga y con tacones altos. Los jugadores se lo pasaron en grande. Se había ganado el respeto de todos.

Dentro de la pista es igual que fuera de ella. Nunca se le ve un mal gesto, ni aún en los peores momentos. Se fija mucho en Nadal, al que su familia mira como alguien a quien imitar. Las predicciones de su entrenadora cuando tenía 7 años se están cumpliendo al pie de la letra. Ya es el seis del mundo, pero aspira a ser el número uno.