Todo vestido de negro. Así se presentó en la pista central de Roland Garros Antonio Banderas, el popular actor malagueño. Al protagonista de ´El Zorro´ sólo le faltó la máscara que utiliza el famoso personaje que interpretó junto a Catherine Zeta-Jones. Adornado con un sombrero blanco, como todos los que se sientan en el palco principal de la Phillippe Chatrier, Banderas se presentó con el partido ya comenzado y sin la compañía de su inseparable esposa, la actriz Melanie Griffith.

El actor malagueño, que reside en Estados Unidos, disfrutó como uno más del partido que protagonizaron Rafel Nadal y Carlos Moyá. Y, como uno más entre el público, participó en la ola que se formó en el tercer set, cuando los jugadores descansaban después de que el marcador luciera un contundente 3-0 a favor del manacorí. Banderas, que llevaba una coleta, se levantó hasta dos veces de su asiento para hacer la ola, incluso con los jugadores ya en la pista y preparado Moyá para ejecutar su servicio. El público les hizo esperar, lo que no gustó mucho a un Nadal -hizo un gesto de desaprobación- que parecía tener prisa por pegarse una buena ducha.

La presencia del popular actor no pasó desapercibida para la televisión francesa, que en uno de los descansos que se producen cada dos juegos aprovechó para realizarle un par de preguntas. Banderas, que se puso gafas de sol, negras por supuesto, se abanicó en muchas fases del partido, sobre todo cuando el sol apretaba de lo lindo, que fue durante la mayor parte de las dos horas que duró el partido.

Al término del encuentro, Nadal desveló que el actor había bajado al vestuario para saludarle. "Durante el partido no le he visto. Después ha venido al vestuario y me ha hecho mucha ilusión", comentó el número dos del mundo.

A diferencia del partido de octavos de final contra Hewitt, pocas caras conocidas en esta ocasión en el palco. No se encontraba Manolo Santana, que sí presenció el partido del mallorquín contra el australiano, aunque sí el presidente de la Federación Española de Tenis, Pedro Muñoz, que no se pierde un partido en el que estén los españoles desde el primer día.

Ya fuera del palco, se pudo ver, junto a la familia de Nadal, a Pepote Ballester, director general d´Esports en funciones del Govern Balear. Se sentó junto a Carlos Costa, representante de Rafel Nadal; el tío y entrenador del jugador, Toni; el padre, Sebastià, y Rafel Maymó, fisioterapeuta del jugador. Un poco más arriba presenció el partido el jefe de prensa del jugador, Benito Pérez-Barbadillo. Todos ellos muy relajados ya que salvo el primer set, el partido tuvo muy poca historia. Toni, como es costumbre en él, aplaudió los puntos tanto de su pupilo como del rival. Sólo faltó la madre del jugador, que muy posiblemente asista a la semifinal de mañana frente al serbio Novak Djokovic.

En el otro lado, donde se encontraba el entorno de Nadal se pudo ver a la familia de Carlos Moyá, sus padres Andreu y Pilar, expertos en estas lides pero que hacía algún tiempo que no asistían a un partido de su hijo. Y es que la ocasión valía realmente la pena, unos cuartos de final de un Grand Slam ante su mejor amigo en el circuito.

Con el partido empezado llegaron Emilio Sánchez Vicario, capitán del equipo español de Copa Davis, y su hermana Arantxa, ganadora en Roland Garros en 1989, 94 y 98.

El público, dividido

El público que abarrotó la central del complejo parisino estaba dividido. A ninguno de los dos les faltó el aliento de los aficionados. Nadal es el vigente campeón y está imbatido en este torneo, y a Moyá se le recuerda no sólo por su victoria en 1998 sino también por su deportividad. Caballero tanto dentro como fuera de la pista, nunca ha creado el más mínimo problema. "Bien, Carlos", se escuchaba desde la grada cada vez que protagonizó algún punto espectacular, y fueron unos cuentos, sobre todo en el primer set del partido.

"¡Qué grande eres!" o "¡Eres el mejor de la historia, Rafel!", fueron algunos de los gritos que salieron de la grada, desde la que exhibieron banderas españolas. Pero al final el respetable se entregó a la superioridad del jugador de Manacor, que demostró porqué es el mejor del mundo sobre el polvo rojo de arcilla.