En la historia del fútbol mallorquín hay dos nombres que, sin desmerecer a nadie, sobresalen por encima del resto avalados por sus currículums: Miguel Angel Nadal y Llorenç Serra Ferrer.

Más allá de los odios y simpatías que generen, como cualquier otro ser humano, aún teniendo en cuenta el componente nativo de la envidia, acumulan indistintamente títulos y trayectoria. Por fortuna ambos han militado en el Real Mallorca que es, a su vez, nuestro club por antonomasia.

El otrora llamado brujo de Sa Pobla, reconvertido en mago de S´Olivaret, lamentaba ayer que Pep Lluis Martí, que defiende los colores del Sevilla, no hubiera tenido sitio en la plantilla mallorquinista. No le dejaron ser profeta en su tierra y no parece que, tras renovar su contrato con los del Nervión, vaya a quedar tiempo para ello.

Lo saco a colación porque, en efecto, siempre me ha llamado la atención el ahínco con que se emplea el palmesano cada vez que juega contra el Mallorca y quese explica por su acentuado carácter y profesionalidad antes que por un presunto encono con el equipo de su tierra.

De la personalidad indudable de Serra Ferrer destaca lo mucho que pone de su parte en cada proyecto en el que se involucra. Destila sangre bermellona tanto desde su corazón como desde su cerebro, como reza el eslógan, pero puedo asegurarles que no por ello es menos barcelonista, menos bético y, ahora, menos ateniense. No podría afirmar con la misma rotundidad que sea admirador, ni siquiera amigo de Núñez, Lopera o Dalmau lo que, por otra parte, sólo viene a significar que las entidades están por encima de las personas. Sobre todo de algunas.

Pero por mucho que podamos hablar, son los resultados los que mejor resumen su trayectoria. Hace quince días los aficionados todavía coreaban su nombre en el estadio de Heliópolis y a su actual club, el AEK, lo ha clasificado en segunda posición después de remontar una ventaja sustancial de sus rivales más directos, excepción hecha del Olympiakos. El club que preside Nikolaidis, exjugador del Atlético de Madrid, jugará por segunda vez con él la Liga de Campeones, listón jamás alcanzado anteriormente por un equipo que ha renacido bajo su batuta.