El Mundial rompió nuevas barreras en Corea y Japón 2002, el primer torneo que se disputó en Asia y el primero coorganizado por dos países, pero tuvo un campeón ya conocido, Brasil, que dejó muy atrás a todos los demás en el palmarés de la Copa con su pentacampeonato.

El de 2002 fue un Mundial muy complejo por muchos aspectos. En primer lugar por la historia, porque ambos anfitriones sólo tenían en común una larga tradición de enemistad y enfrentamientos.

También influyó la política, porque cada país tenía su gobierno y sus propios intereses que destacar y promocionar, por lo que la competencia entre ellos fue constante.

La organización fue una pesadilla, porque los idiomas eran diferentes, había 20 sedes y todos los cargos estaban duplicados. Y por último la logística, porque aunque cercanos, Corea del Sur y Japón están separados físicamente por un mar al que ni siquiera denominan igual: Mar del Este y Mar del Japón.

En realidad, Corea del Sur y Japón no querían organizar el Mundial juntos. Fueron la FIFA y las circunstancias las que obligaron, dos días antes de la votación en Zúrich en 1996, a unir a ambos enemigos para conseguir que el torneo llegase a Asia. Sólo entonces se retiró de la lucha México, el tercero en discordia.

El torneo fue un regalo envenenado para el presidente de FIFA, Joseph Blatter. El suizo había sido elegido en 1998, y el ingeniero del ´Mundial doble´ había sido su predecesor, el brasileño Joao Havelange.

Cuando se dio cuenta de lo que tenía entre manos, Blatter se espantó: "La próxima vez que se haga algo así será con un país en preeminencia sobre el otro. Esto es como organizar dos mundiales simultáneamente".

El sistema con 32 equipos participantes, ya usado en Francia´98, evitó las sorpresas en la clasificación, y por primera vez los siete campeones mundiales estuvieron presentes.

No ocurrió lo mismo en la fase final, plagada de sobresaltos para los favoritos. Francia, defensor del título, se fue a casa sin marcar un solo gol, ´recién llegados´ como Estados Unidos y Corea del Sur dejaron fuera a históricos como Portugal y Polonia, mientras que Argentina sucumbió en el ´grupo de la muerte´ que compartió con Inglaterra y Suecia.

Las grandes revelaciones fueron Turquía y Corea, los dos inesperados semifinalistas, y Senegal, que tomó el relevo de Camerún como ´la alegría africana´ y llegó hasta cuartos con víctimas tan ilustres como franceses -1-0 en el partido inaugural- y suecos.

El caso de los surcoreanos estuvo sin embargo ensombrecido por las evidentes ayudas árbitrales, "demasiados errores" que fueron reconocidos incluso por el propio Blatter. En octavos ante Italia el ecuatoriano Byron Moreno anuló un gol legal a los ´azzurri´ y expulsó al astro Totti, y España sigue reclamando cuatro años después al egipcio Gamal El Ghandour dos goles no convalidados de Helguera y Morientes en cuartos de final.

La trayectoria de los surcoreanos se frenó en semifinales ante Alemania, pero la marea roja de sus aficionados, que invadió las calles todos los días del torneo, se fue a casa contenta. Habían disfrutado casi hasta el final, y sobre todo habían superado a sus ´amigos´ japoneses, que se quedaron en octavos.

La final midió a germanos y brasileños, dos de los equipos más exitosos de la historia que, curiosamente, se veían las caras por primera vez en un Mundial. Los alemanes llegaron al partido decisivo con un juego errático y sin haberse medido a grandes rivales: Arabia Saudí (8-0), Irlanda (1-1) y Camerún (2-0) en la primera fase, Paraguay (1-0) en octavos, Estados Unidos (1-0) en cuartos y Corea del Sur (1-0) en semifinales.

Para Alemania, que había tenido en su arquero Kahn a su gran salvador en múltiples ocasiones, llegar a la final superó ya todas sus expectativas. Brasil, que no cedió siquiera un empate y que debió eliminar a Inglaterra en cuartos, y sobre todo su estrella, Ronaldo, tenían sin embargo una cuenta pendiente con el torneo tras su derrota cuatro años antes.

Dos fogonazos suyos decantaron el choque y Ronaldo, con unos escuderos de lujo como Ronaldinho, Rivaldo, Roberto Carlos, Cafú o Denilson, saldó con creces sus cuentas y desató el carnaval en Brasil fuera de fecha por quinta vez.