Si el Mallorca gana el domingo, sumará once puntos que equivalen casi al treinta y siete por ciento de los disputados. Números de permanencia, que ya es algo.

La estadística pregona la dificultad de ganar dos partidos seguidos en primera división; aunque si es cierto que está para romperla, la gesta ya ha sido alcanzada en anteriores temporadas ya fuera en confrontaciones alternas, dentro y fuera de Palma, o consecutivas.

Cada partido es una historia y el guión de Juande Ramos seguramente será diferente al escrito por Fernando Vázquez, un entrenador que ha cambiado poco desde su paso por la Isla y que se excluye de responsabilidades, repartidas invariablemente entre los árbitros y sus propios jugadores. Acusarles de falta de fé, primero y de no haber ido a por el gol hasta necesitarlo, es pasar por alto su planteamiento confiado y conservador y certificar que el objetivo primario de un partido no es, como nos parecía a todos, batir la portería adversaria. ¡Genio y figura!.

Precisamente por ello no podemos precipitar valoraciones sobre la buena actuación defensiva del Mallorca. El bagaje ofensivo vigués, como el del Racing en su día, fue tan pobre que no se puede tomar como prueba de fuego de sistema de cobertura alguno. Es uno de los aspectos a observar nuevamente pasado mañana.

Una vez superado el trance del miércoles, se puede analizar, en frío y globalmente, todo el encuentro. Doni se enfrenta al reto de confirmar si es el hombre necesario en el centro de campo, Jonás puede protagonizar un duelo de especial con el ex-mallorquinista David Castedo, al margen del cual debería ser más desequilibrante a la vez que Tuni, en la otra banda, se gana a base de actitud y sin permitirse bajar la guardia, la confianza de Cúper.

Aún son bastantes las asignaturas pendientes y entre ellas está la de los delanteros. Víctor ha comenzado su andadura con demasiadas faltas en ataque, siempre inútiles, y nulo poder de anticipación y realización. Su improvisado acompañante, Arango, parece reducir su actividad al juego aéreo, sin hallar por delante los metros que necesita para imponer sus condiciones. Queda mucho trabajo para dejar de sufrir, siquiera en diciembre.