Con sufrimiento infinito, con pésimo juego, agarrotado por los nervios y superado por un rival que jugó casi toda la segunda parte con un hombre menos. Así se produjo la segunda victoria del Mallorca en la Liga, a fin de cuentas lo único que importa en estos tiempos de crisis. Un triunfo que debe dar tranquilidad al equipo y, sobre todo, al entorno. Entiéndase por este término inventado por el maestro Cruyff para referirse a la afición y a todo lo que rodea a un club de fútbol.

El Mallorca rompió ayer varias rachas, todas negativas, como no puede ser de otra manera cuando se habla del colista. Así, sumó su segundo partido consecutivo sin encajar un gol en Son Moix; rompió una racha de tres partidos sin marcar (Real Madrid, Racing y Villarreal) y marcó por primera vez desde el 25 de septiembre, cuando Choutos anotó el único gol de los rojillos al Málaga, que le endosó cuatro. De ello hace un mes, la friolera de 330 minutos. Toda una eternidad. Por eso no resultó extraño ver a Doni correr como un poseso celebrando un gol que debíó saber a gloria.

El gol del italiano, que llegó a los dos minutos de la segunda parte, lo marcó después de presenciar un pésimo primer tiempo, en donde los rojillos exhibieron todos los defectos de que ha hecho gala hasta el momento. Precipitación, centros impropios de profesionales, pérdidas de balón continua. En definitiva, más de lo mismo, lo que provocó que los aficionados -que ayer se congregaron en menor número de lo habitual, todo un síntoma- mostraran con pitos su descontento con el juego, o llámesele como se quiera, del equipo. El Mallorca tiene hoy una plantilla apañadida, con sólo unos pocos jugadores a tener en cuenta y más de la mitad de complemento, falta en cualquier caso de grandeza y de futbolistas desequilibrantes. No hay más cera que la que arde. El equipo requiere un trabajo táctico serio, un buen tono físico, un mejor posicionamiento y un reconocimiento expreso de que para ganar cualquier partido hay que atarse las botas. Ayer ganó con esto último a un rival que sólo puso coraje. Ante otro rival con más clase y con mayor acierto, no será suficiente.

Gran parte de la victoria se la puede apuntar en su haber Tuzzio. El central argentino realizó un partido soberbio. Estuvo imperial en muchas fases del encuentro, atento al cruce, anticipándose siempre al rival de turno, contundente en el despeje y dominando el balón. Hacía años que el Mallorca no contaba con un defensa que ofreciera tanta seguridad. Potenza, Ballesteros y Iuliano tendrán que luchar por la otra plaza de central. Una es de Tuzzio, sin discusión.

Aun sin jugar bien, el Mallorca pudo haberse adelantado en el marcador en la primera parte. Gozó de alguna ocasión, pero ninguna como la de Tuni en el último minuto, antes del descanso, cuando su disparo fue rechazado por un defensa celtiña después de que el guardameta Pinto no atrapara el balón.

El partido se decidió en los siete primeros minutos de la segunda parte. Primero, con el gol de Doni que, tanto al margen, cuajó su mejor partido como rojillo. No es ninguna maravilla, pero para este Mallorca puede servir. En segundo lugar, con la absurda expulsión de Contreras que, con una tarjeta, tocó el balón con las manos en una jugada absurda. Dejó a su equipo con diez a los siete minutos de la segunda parte. Debe sentirse, con razón, responsable de la derrota de su equipo, que no demostró ocupar zona de Champions.

Incomprensiblemente, y cuando todo parecía estar preparado para un dominio aplastante de los rojillos, la historia escribió al revés. Al Mallorca le entró un ataque de pánico y reculó, dejándose dominar por un Celta que controló pero siempre sin peligro. Hasta el final el Mallorca no acertó a pronunciar palabra. El Celta recobraba la pelota pronto y entraba con energía por las bandas, especialmente por la de Núñez que, incomprensiblemente, fue sustituido por Vázquez. El jugador exhibió su enfado, con razón. Los de Cúper se sintieron intimidados, sin la voluntad necesaria para sobreponerse a un partido que, a medida que transcurrían los minutos, más vértigo se cernía en los jugadores. Fueron unos minutos en los que la afición demostró, con sus pitos, que quería algo más que tres puntos. Detestaba los pases hacia atrás, la pérdida de tiempo y la falta de dominio a un equipo que jugaba en inferioridad numérica. Los rojillos iban a la deriva, concediendo terreno, incapaces de encontrar un punto de inflexión y confiándolo todo a un contragolpe que finiquitara la tragicomedia en que se había convertido el partido.

Desde el 17 de septiembre, cuando se goleó a la Real Sociedad, no conocía el Mallorca el sabor de la victoria. Hizo más méritos para lograrla el día del Racing, pero bienvenida sea. El juego sigue sin convencer. Las ocasiones de gol escasean y sigue sin verse una idea clara de lo que pretende Cúper. En cualquier caso, tres puntos que deben servir para que el equipo vuelva a creer en sí mismo. El equipo se engancha a la Liga, dispuesto a incordiar lo que haga falta. El Mallorca respira.