El Mallorca aún no ha resucitado, pero respira ligeramente más desahogado. Nadie podrá dudar esta vez de la actitud de los jugadores que, a base de corazón, terminó sumando los tres puntos que le permiten, al menos, abandonar el último lugar.

Lo malo de estar ahí abajo es la suma de dificultades gratuitas que a uno le salen. La ansiedad que la situación provoca en los jugadores locales se notó especialmente en los primeros minutos, pero al Celta le salió el tiro por la culata.

Intentó Vázquez desgastar a su anfitrión. Planteó un partido conservador y poco ambicioso, con un solo punta, Jesús Perera, al que tuvo que relevar en el descanso en el que, sin mejorar la actuación de la primera fase, se aprovechó del repliegue local para ejercer un dominio ficticio del que no extrajo ni una sola oportunidad de empatar. Pudo influir en ello la expulsión de Contreras, casi pegada a la bofetada del gol encajado, que anímicamente golpeó a sus jugadores.

La mejor virtud del Mallorca fue su paciencia. Salió nervioso al principio y se desquició al final, pero la necesidad de victoria y el desespero por no dejarla escapar provocaron un sufrimiento mayor y, posiblemente, impidieron la búsqueda de un marcador más amplio.

Al margen de su rendimiento defensivo, con especial mención a los dos centrales, Tuzzio y Iuliano, con un muy nervioso Cortés en el inicio y Maciel sin desentonar en el otro lado, el Mallorca recuperó ayer una posición en el centro del campo que se exigía desde hace mucho tiempo. Doni no fue solamente el autor del gol, sino que demostró por qué no hace todavía tanto vistió la camiseta azul de Italia. Fue a pedir el balón, lo jugó casi siempre con sentido, se ofreció a los compañeros, estuvo en innumerables zonas del campo y encontró un premio más que merecido a su actuación. Y es una apreciación que no nace de una valoración precipitada, sino que se suma a los destellos que el transalpino ya había mostrado ocasional y fugazmente a la espera de una aclimatación y una resistencia física superior a aquella con la que llegó a finales de agosto.

Aún así, hay muchas cosas que mejorar. Jonás debe exigirse mucho más a si mismo y la pareja atacante exhibe una preocupante falta de recursos. Víctor y Arango apenas dieron una a derechas y, especialmente el venezolano, acusa una posición en la que, pese a los partidos transcurridos, no se le ve especialmente a gusto.