El manacorí consiguió que muchos mallorquinistas no vieran el ridÌculo del Mallorca en El Madrigal.

Los jugadores del Mallorca, su entrenador y presidente tienen que estar contentos de que en Madrid un manacorí de la familia Nadal sentara a los aficionados frente a la TVE y no se acordaran de conectar con El Madrigal. Casi cuatro horas ha tenido Rafel Nadal a los mallorquines y mallorquinistas pendientes de su juego. Olvidadas sus rodillas ha ganado un título más -y van once- y ha conseguido convencer que no tiene problemas de superficie: ayer conquistó por primera vez un torneo de los grandes en un recinto cubierto.

El croata Ivan Ljubicic le quiso aguar la fiesta. Nadal tenía demasiadas responsabilidades: era el número uno del torneo, jugaba en su país y los consagrados tenistas no estaban en el cuadro. Sólo le quedaba ganar o ganar. Pero en altura, en cubierto y ante un sacador nato era difícil. Con dos sets abajo, un pabellón lleno y entregado, resaltado por profusión de famoseo, había que sacar casta y la sacó. Llevó el partido al quinto set y al decisivo juego a siete para hacerlo más crítico, se limpió en cada servicio su frente y brazos, se colocó los calcetines y buscó la mejor zona de la pista para dejarse caer boca arriba: había logrado los mismos títulos que Federer.