Rafel Nadal superó el dolor, tomó la decisión de jugar y salvó su primer compromiso en el Masters Series de Madrid al vencer al rumano Victor Hanescu por 7-6 (5) y 6-3 en una hora y 39 minutos para alcanzar los octavos de final.

Después de tres semanas sin jugar un encuentro, tras defender al máximo a España en Copa Davis contra Italia en Torre del Greco y borrarse del cuadro de Viena para asegurar su presencia en Madrid, los aficionados pudieron ver por fin al campeón de Roland Garros.

Se resolvía así la tensa espera de los últimos días en los que su concurso estuvo bajo la sombra de la duda. La intención y el deseo de Nadal fue siempre la de jugar, pero su estado físico, mermado por la tendinitis aguda en ambas rodillas le había hecho renunciar al doble con Feliciano López por precaución y todo se había disparado, interrogantes, suspicacias.

Por la mañana, después de hacerse una nueva ecografía y una resonancia magnética en la clínica Montepríncipe, Nadal asumió su responsabilidad como puntal del torneo madrileño y optó por arriesgarse. Aunque salió con una cinta negra en cada una de las rodillas, corrió, esprintó, frenó en seco, e incluso saltó exhibiendo el puño en alto como acostumbra.

También quedó demostrado, sobre todo en los primeros juegos, que su forma no es la ideal y que tanta falta de actividad le pesa, pues Hanescu se adelantó 2-0 y 3-1. Poco a poco sus tiros fueron haciendo diana y los casi ocho mil espectadores del Madrid Arena empezaron a disfrutar de su habitual entrega, hasta que su dominio se hizo más patente, y se materializó cuando ganó la manga en el desempate. Para colmo, Hanescu tuvo que llamar al fisioterapeuta para ser atendido en el abductor izquierdo tras el 1-1 del segundo set, cuando ya el brazo de Nadal se había calentado y el partido había cambiado totalmente de signo.