Leeremos, igual que escuchamos ayer, que España cumplió pero no pudo ser. Es una mentira. De haberlo hecho no necesitaría de repesca alguna para estar en Alemania el próximo mes de junio. Ha sido como el alumno perezoso que se ha puesto a estudiar el último día despues de vaguear durante todo el curso y, en consecuencia, no alcanza la media para el último examen, por el que tendrá que pasar en segunda convocatoria.

El partido contra San Marino carecía de importancia. Habríamos preferido las imágenes del Serbia-Bosnia, con la sobreimpresión de los goles hispanos, en lugar de hacerlo al revés y someternos al suplicio de sentarnos ante el televisor para ver el entrenamiento previsto por Luis Aragonés.

Vistas las selecciones que se nos pueden cruzar en noviembre, tan poderosas como Noruega, Eslovaquia o Suiza, yo también me iría a casa, como anuncia el de Hortaleza, en caso de que la Selección no acabara accediendo al Mundial.

Tenemos un mes por delante para hacer de este partido una final histórica, como si el pase que todavía no se ha obtenido fuera la meta, cuando no es más que un simple billete para tomar la salida. Hasta eso nos cuesta.

Treinta días para dedicarnos a la Liga de las Estrellas que es la que nos permite ignorar que el fútbol español está herido de muerte mientras nos consolamos con los brasileños y Etoo.