Si hay algo que queda claro después de la decisión tomada por el Mallorca y anunciada ayer por Mateu Alemany, es que Etoo se despidió de la afición mallorquina en el penúltimo partido del pasado campeonato con motivo de la visita a Son Moix del Espanyol.

Dónde va a jugar a partir del 29 de agosto ya es harina de otro costal aunque es incuestionable que se ha declarado una nueva batalla en la permanente guerra entre el Real Madrid y el Barça, de cuyo arbitraje y con criterio tan acertado, como prudente y señorial, se ha retirado el Consejo de Administración de la SAD.

En mi humilde opinión y a modo de quiniela, no veo a Florentino Pérez en posición de ventaja. No dudo de que al club que preside apenas le cuesta un mínimo esfuerzo igualar los once millones de euros que, a falta de confirmación oficial, representan el cincuenta por ciento de la operación entre el club azulgrana y el palmesano. Pero ya es mucho más delicado tantear el contrato del camerunés que, según las cifras que circulan, le obligarían al pago de tres millones de euros por temporada, un capricho demasiado caro para tener a un futbolista en el paro o prestando sus servicios a otros. Precisamente esta es la cuestión, porque tanto si es por una vía o incluso a través de la justicia, el jugador, como en todos los reglamentos en vigor, tiene las de ganar.

Ahora que el culebrón ha alcanzado el cénit de su interés y, en consecuencia, se dirige hacia su desenlace, es de justicia valorar la actitud que, dentro de las peculiaridades de su carácter, ha puesto de manifiesto 'nuestro' Balón de Oro africano. Sin dejar de defender sus intereses en ningún momento, el Mallorca ha entendido la voluntad del jugador quien, mensajes subliminales aparte, ha dejado claro que nunca se va a enfrentar al club en el que se ha forjado tanto deportivamente como en su propia condición humana.

Posiblemente Etoo ha sido el jugador más importante que ha vestido la camiseta encarnada desde el Alfonso XIII, el único y verdadero crack que hemos tenido el privilegio de ver y aplaudir. Ni podía salir por la puerta de atrás, ni poner a la entidad entre la espada y la pared. A falta de los últimos capítulos del culebrón, seguro que ganan los buenos.