El australiano Robbie McEwen, del Lotto, logró ayer su segunda victoria en esta edición al imponerse al esprint en la novena etapa disputada entre Saint Leonard de Noblat y Gueret, de 160'5 kilómetros, en la que el pelotón privó del éxito al español Íñigo Landaluze a solo 20 metros de meta y el francés Thomas Voeckler mantuvo el jersey de líder.

Un final muy emocionante en el que Landaluze y el italiano Filippo Simeoni llegaron escapados con unos segundos a la recta de llegada después de 125 kilómetros de aventura. Cuando el corredor del Euskaltel se disponía rematar la faena el grupo de esprinters le pasó por encima a unos metros de la línea. Una dolorosa manera de perder la opción de tocar la gloria en el Tour.

Los velocistas no perdonaron y lucharon a toda máquina por ganar en Gueret, que recibía al Tour por primera vez. McEwen, en otro alarde de fuerza y a pesar de sus lesiones en codo y rodilla, logró apuntar su nombre en este final inédito y por delante del noruego Thor Hushovd y de otro australiano, Stuart O'Grady, tres hombres que lucharán hasta París por el maillot verde.

El veterano McEwen, de 32 años, ya se ha convertido en uno de los velocistas clásicos del Tour al entrar con pleno derecho en el club de las cinco victorias.

La jornada que comenzó en Saint Leonard de Noblat, pueblo de adopción del legendario Raymond Poulidor, 'el señor segundo' tuvo un desarrollo convencional y un final peculiar. Respecto a la general, ningún cambio y el francés Voeckler un día más de amarillo.

Sin problemas

Los favoritos pasaron otra hoja del calendario y ahorraron fuerzas para la siguiente etapa de media montaña. Sin mayor novedad mantuvieron las diferencias y se dedicaron a evitar caídas, que por cierto no faltaron algunas como la que afectó al español Mikel Pradera (Illes Balears) a 9 kilómetros de meta.

En el inicio de la etapa el pelotón permitió la marcha de Landaluze y Simeoni. Buen entendimiento y ventaja cada vez más amplia hasta alcanzar los 10 minutos en el kilómetro 92. A 25 de meta surgió la histeria entre los equipos de los esprinters, que querían la victoria de etapa.

La Boulangere del líder, el Quick Step de Boonen, el Credit Agricole de Hushovd, el Lotto de McEwen y el Cofidis de O'Grady después pusieron al grupo a mil revoluciones. Fueron devorando minutos a marchas forzadas mientras Landaluze y Simeoni resistían al pasar por la bandera del último kilómetro con 15 segundos. El final hubiera puesto al público en pie si de un estadio se tratara, pero en las cunetas todos empujaron a los dos hombres que se habían ganado el premio por su valentía y esfuerzo.

En el Tour no existen los regalos ni los sentimentalismos. En el último suspiro pasó la máquina de la realidad. El sueño esquivó las ilusiones de Landaluza y Simeoni y las dejó para una mejor ocasión.