La selección de Grecia acabó con el mito de los grandes. Los discípulos de Otto Rehhagel se proclamaron campeones de la Eurocopa venciendo en la final al anfitrión, Portugal, al que desquició de nuevo con un perfecto planteamiento defensivo y una asombrosa eficacia en el juego a balón parado.

Si ante la República Checa en las semifinales fue el central Dellas quien a la salida de un córner y de cabeza llevó a su equipo al triunfo, ayer lo hizo Charisteas. El delantero llevó a la red de Ricardo un balón procedente de un saque de esquina en el minuto 57 y también de cabeza.

Grecia, que ya había vencido a Portugal en el partido inaugural del campeonato, volvió a sacar petróleo de su táctica. Defendió con una disciplina y fortaleza física ejemplar y aprovechó su oportunidad para anotar. Es el nuevo rey de Europa contra pronóstico, pero quizá merecidamente, por el magnífico concepto de equipo desarrollado.

Enseguida se vieron sobre el césped de La Luz las intenciones de los dos equipos. Ninguno renunció al estilo practicado durante el campeonato. Dos tipos diferentes y antagónicos, pero con idéntico resultado hasta el partido final.

Fútbol defensivo

Otto Rehhagel llevó a su equipo al envite definitivo con un fútbol defensivo y una disciplina de hierro. El técnico alemán no tiene dudas de cómo sacarle el mejor rendimiento al conjunto. Con un solo hombre en punta, el resto tiene una misión clara: proteger hasta la extenuación el área del cancerbero Nikopolidis.

Una lección que tienen muy bien aprendida sus pupilos y que practican con brillantez. Lo hacen con una eficacia casi perfecta en el repliegue. Cuando ataca el rival se cierran los cinco hombres que arropan a la línea defensiva, mientras que los dos hombres de banda, ayer Charisteas y Giannakopoulos, son dos atacantes más cuando su equipo tiene la posesión del balón.

Portugal es todo lo contrario. Fútbol ofensivo por los cuatro costados. Intentaron los de Luiz Felipe Scolari llevar, como en todo el torneo, la iniciativa del juego, tener el esférico en su poder. El técnico brasileño confió de nuevo para ello en la habilidad de hombres como Deco, Figo, Maniche y Costinha, en la calidad de Ronaldo y en el oportunismo de Pauleta en el ataque.

PORTUGAL: 0

GRECIA: 1

La receta de Scolari

La receta de Luiz Felipe Scolari era paciencia y tranquilidad. No dejarse llevar por los nervios si el gol tardaba en caer. Se trataba de 'abrir la lata' y después todo sería más fácil.

Pero se encontró Portugal con un hueso muy complicado de roer. Desde atrás los centrales griegos Dellas y Kapsis eran dos torres para los delanteros locales y Giannakopulos fue una auténtica pesadilla en los contragolpes de su equipo.

El paso del tiempo con el marcador a cero favorecía a Grecia y creó ansiedad en Portugal, que no conseguía llevar mucho peligro fruto de la precipitación.

Incluso fueron los griegos los primeros en asustar al rival. Charisteas, en el minuto 17 de juego, puso un nudo en la garganta a los, aproximadamente, 45.000 portugueses que poblaban la grada de La Luz.

Respondieron los anfitriones con un tiro lejano de Maniche, en el minuto 23, que salió rozando el poste derecho de Nikopolidis, y con una bonita jugada de Cristiano Ronaldo, con taconazo incluido, por la banda derecha, que despertó el ánimo de la hinchada local, hasta ese momento eclipsada por los 18.000 griegos.

Pero Portugal estaba espeso y ni siquiera el cambio de botas de Luis Figo solucionó sus problemas. No era el equipo de eliminatorias precedentes. Redoblaron sus esfuerzos los de Scolari en la segunda mitad, en la que acentuaron el asedio a la portería griega.

Mientras, los de Otto Rehhagel iban a los suyo. Sin descomponer el tipo en ningún momento, miraban cómo transcurrían los minutos y cómo transmitían angustia a un rival obsesionado con marcar.

El fantasma del encuentro inaugural sobrevolaba por el estadio lisboeta de La Luz. El triunfo de los griegos ante los anfitriones en Oporto y la sombra de un nuevo tropiezo en la misma piedra empezaba a hacer mella en la escuadra 'rojiverde', que veía pasar el tiempo sin obtener recompensa.

Y en el minuto 57, los malos presagios para el anfitrión se convirtieron en realidad. Basinas botó un córner desde el lado derecho y Charisteas remató de cabeza a la red de Ricardo. Era el tercer tanto de Charisteas en la Eurocopa y un mazazo de dimensiones considerables para Portugal y su hinchada.

Quedaban 33 minutos por delante, pero si hasta ese momento Portugal se había perdido en el engranaje defensivo griego, nada hacía prever que no siguiese ocurriendo.

Y así fue. Grecia resistió hasta el final ante la inmensa alegría de sus 18.000 incondicionales que no paraban de animar desde la grada. Se coronó campeón de Europa, dejó a Portugal a las puertas de cielo y hundió a los anfitriones en una depresión que les impedirá, de momento, valorar el magnífico campeonato que han realizado.