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Arquitectura

Palma, capital gótica europea

Ciutat atesora catorce muestras de genuina arquitectura gótica temprana, construidas entre los siglos XIII y XV, a las que habría que añadir el recuerdo de aquellas cuatro o cinco que fueron demolidas en el XIX

Vista interior de la iglesia de Santa Creu desde una capilla lateral

Vista interior de la iglesia de Santa Creu desde una capilla lateral / Carlos García-Delgado

Carlos García-Delgado

Carlos García-Delgado

Me encontraba asistiendo a un concierto en la iglesia de Santa Creu, en Palma, y mientras las voces del coro resonaban entre las impecables bóvedas, nervios y pilares de aquella prodigiosa arquitectura, me entretuve en recordar otras iglesias góticas de mi ciudad: Sant Francesc, Santa Eulàlia, la Catedral, Sant Jaume, Sant Miquel, Santa Margalida, Sant Nicolau, Santa Clara, la capilla de Santa Anna en la Almudaina, El Temple, la capilla de Santa Fe, Sant Bartomeu en la calle Socors, La Sang. Catorce muestras de genuina arquitectura gótica temprana, construidas entre los siglos XIII y XV, a las que habría que añadir el recuerdo de aquellas cuatro o cinco que fueron demolidas en el XIX, como la magnífica del convento de Sant Domingo, que se emplazaba entre la calle del mismo nombre y Palau Reial, Sant Nicolauet en la plaza del Rosario, la capilla de Sant Jaume en el palacio de la Almudaina, la del monasterio cisterciense de la Real, o la de los Carmelitas, en la Rambla.

Y luego pensé: ¿cuál podría ser la ciudad española que disfruta del mayor número de iglesias góticas? A menudo se habla del gótico catalán. Barcelona tiene excelentes muestras: Santa María del Mar es una filigrana, la Catedral, Santa María del Pi, la iglesia de los santos Just i Pastor. Y recordé otras tres: Santa Anna, la capilla de Santa Águeda en la plaza del Rey, y la del monasterio de Pedralbes.

Y ya de vuelta, ante la pantalla, me entretuve en investigar las iglesias de estilo gótico primitivo que podían contarse en las demás capitales catalanas. A las siete de Barcelona había que añadir, salvo error, tres en Girona (la Catedral, Sant Feliu, St. Domènech), cuatro en Tarragona (la Catedral, St. Llorenç, St. Pau, Sta. Tecla Vella) y dos en Lleida (la Seo y Sant Llorenç). Palma parecía ir por delante.

El Reino de Mallorca, refundado por Jaume I a partir de 1231, incluía en los siglos XIII y XIV, además de las islas, territorios en el sur de Francia: los condados del Rosellón y la Cerdaña, el señorío de Montpellier y el Carladés. Allí también floreció la arquitectura gótica: la ciudad de Montpellier, donde nacieron Jaume I y Jaume II, conserva cuatro iglesias góticas primitivas y Perpiñán, que fue capital del reino independiente de Mallorca en una época de esplendor gótico, entre 1276 y 1344, tiene cinco, además del imponente Castillo de los Reyes de Mallorca.

Al patrimonio gótico de Palma hay que añadir dos joyas de la arquitectura gótica no religiosa: el Castillo de Bellver (siglo XIV), singular edificio de planta circular, obra del maestro arquitecto Pere Salvá, y la Lonja, refinadísima obra del arquitecto Guillem Sagrera, al que debemos también el portal del Mirador de la Catedral, el Castel Nuovo de Nápoles, y partes del Castillo de los Reyes de Mallorca en Perpiñán. Otras ciudades españolas tienen notables edificios góticos civiles, como las Atarazanas o el Salón del Tinell en Barcelona, o la Lonja de Valencia.

Pero la pregunta seguía en pie. ¿Cuál podría ser la ciudad española con más iglesias de estilo gótico? Tanteé otras candidatas. Valencia tiene siete iglesias de gótico temprano; Burgos, cinco; Toledo, seis; León, cuatro; Sevilla, nueve (gótico mudéjar); Ávila, cinco; Cáceres, cuatro; Valladolid, cuatro. Salvo sorpresa, Palma aparecía con diferencia como la primera candidata.

Pero amplié el horizonte y seguí indagando. ¿Qué ciudades europeas tenían mayor número de iglesias góticas? No podía revisarlas todas, de modo que traté de llevar a cabo un muestreo que fuera relevante. Empecé naturalmente por París, dando por hecho que, ante la calidad indiscutida de algunos edificios concretos, como Notre Dame o la Sainte Chapelle, superaría a todas. Pero hubo sorpresa en cuanto al número. En París pude encontrar, además de las dos citadas, las de Saint Séverin, Saint Merri, Saint Nicolas, Saint Gervais, Saint Julien, Saint Medard, Saint Germain-l’Auxerrois, Saint Leu-Gilles. En total, diez iglesias de estilo gótico primitivo. El París medieval tuvo algunas más, pero la gran reforma de la ciudad llevada a cabo por Napoleón III y el barón Haussmann en el siglo XIX acabó con al menos seis de ellas. El hecho es que en el París actual podemos disfrutar de diez iglesias de genuina arquitectura gótica temprana.

¿Y las restantes ciudades europeas? Proseguí. Venecia tiene seis iglesias de estilo gótico primitivo; Florencia, también seis; Génova, cuatro; Milán, cinco; Bolonia, seis; Nápoles, cinco; Praga, seis; Cracovia, seis; Erfurt, seis; Colonia, cinco; Lübeck, siete; Gdansk, cuatro; Brujas, siete; Nantes, cinco; Palermo, cuatro; Chartres, cinco. El muestreo parcial señalaba que Palma y París eran por el momento las dos ciudades europeas con mayor número de iglesias de estilo gótico primitivo que se mantienen en pie. Es posible que aparezca alguna más, queda pendiente un rastreo exhaustivo y preciso.

Lo indudable es que en el antiguo Reino de Mallorca, a lo largo de los siglos XIII, XIV y XV, se forjó una escuela de arquitectos y maestros de la arquitectura gótica. Pero ¿qué circunstancias afortunadas podrían explicar ese esplendor? Se me ocurren tres: la primera, el ejemplar gobierno de un rey extraordinario, Jaume II (Montpellier, 1243–Palma, 1311), al que los mallorquines debemos un Plan Territorial pionero en Europa, responsable de la equilibrada ordenación de la isla con la fundación o ampliación de doce pueblos y, lo más importante, una legislación -las Ordinacions de 1300- que dio pie, por primera vez en Europa, a la aparición de la figura del campesino libre, independiente de cualquier señor. La segunda circunstancia que pudo propiciar el esplendor gótico fue una intensa actividad económica, sobre todo comercial, que se pone en evidencia sin más que observar el tamaño de la Lonja de mercaderes construida a inicios del siglo XV y la gran cantidad de casas señoriales que poblaron la ciudad en esos siglos y los siguientes. Y la tercera y complementaria, una intensa actividad cultural. El filósofo universal Ramon Llull (Palma, 1232 - mar Mediterráneo, 1316) vivió esa estimulante época, fundó, con el apoyo del rey Jaume II, el Studium arabicum et latinum de Miramar y sin duda pudo ver cómo crecían las columnas de algunas de las iglesias góticas de Palma. La escuela de arquitectura gótica mallorquina culminó con Guillem Sagrera (Felanitx, 1380 - Nápoles, 1456). Nos dejó el elegantísimo edificio de la Lonja y exportó su arte a ciudades como Nápoles o Perpinyà.

Así pues, ¿podemos afirmar que Palma es la capital española de la arquitectura gótica? A mi juicio, sin duda. Y no solo eso: Palma es también una de las principales capitales góticas de Europa.

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