La artista Estefanía Pomar Aloy actualiza los tradicionales platos mallorquines
Moderniza con arte la antigua vajilla y conecta las piezas creando pinceladas azules al inspirar y espirar

Manu Mielniezuk

Muy cerca del estudio de Estefanía Pomar Aloy corretean gallinas que ponen huevos celestes, un azul mucho menos intenso que el que caracteriza su obra, aunque igual de relajante. La mesa procedente de un antiguo convento tiene la misma tonalidad y sobre ella se apoyan sus últimas creaciones.
La artista mallorquina ha aparcado temporalmente la pintura y está inmersa en la cerámica con el fin de recuperar la tradición de los platos mallorquines en las paredes de los antiguos comedores, pero modernizándolos llevando su arte a la vajilla.
El color azul vuelve a ser protagonista, con el cobalto como materia prima. Sin embargo, nada tienen que ver los lienzos de lino que utilizaba para los cuadros con la arcilla empleada ahora.
Su formación académica en la Escola d’Arts i Oficis y dos años en Bellas Artes le dieron una base, por lo que empezó los platos de forma autodidacta haciendo moldes de positivo y negativo. «No me salían como yo quería. Mi idea era que fuesen un soporte pictórico que también se pudiese utilizar para comer, como los de las viviendas tradicionales mallorquinas, pero los ceramistas con los que hablé no concebían hacer platos en molde con esta finalidad», recuerda.
La solución llegó con el reconocido ceramista Antoni Vich, que dio un curso profesional especializado en murales cerámicos y allí aprendió todas las técnicas y trucos para conseguir su objetivo.

Dos de los platos pintados al inhalar y exhalar / Manu Mielniezuk
Técnica
«La cerámica es muy diferente a la pintura, empezando por el uso del color. Para los cuadros yo me elaboro mis propios pigmentos, que son completamente naturales siempre que es posible, como los rojos, verdes y beiges. En cambio, para aplicarlos al barro o engobe, tienes que medir las cantidades exactas si quieres lograr un color, no sabes cómo quedará hasta que esté cocido y no puedes repasarlo si no te gusta cómo ha quedado», compara sobre el reto de cambiar de disciplina artística.
Con Vich aprendió además a «coser trozos de barro y pinchar determinadas formas para que no exploten en el caso de que cojan aire», destaca sobre su formación, sin olvidar que finalmente halló el remedio para sus frecuentes roturas de platos. «Hazlos de dos centímetros de grosor y verás que así ya no se te rompen». Esa fue la respuesta del maestro ceramista.
Temática
Una vez superada la técnica, Estefanía Pomar Aloy se centró en la parte artística y adaptó el tema de la inspiración y espiración que aplicó por primera vez en su obra pictórica. «Mi idea era conseguir el efecto de una inhalación y una exhalación», dice sobre la creación de pinceladas azules al realizar las fases de la respiración.
Además, cada una de las piezas se conectan entre sí porque llevaba a cabo el movimiento del pincel con varios platos colocados en hilera.
Esto proviene de su afición al yoga y del estrés que ve en su entorno más cercano. «Para que se desestresen, siempre les digo ‘inspira y espira profundamente’, ‘coge aire’ y este tipo de cosas», tal como cuenta.
Y respecto a la interconexión de los platos, es una representación de cómo tendríamos que vivir en el mundo actual, «más unidos unos con otros, no tan aislados», dice quien ha incluido en las cerámicas palabras como ‘respira’, ‘gracias’ y ‘paz’, entre otras.
La artista ha descubierto en su nueva disciplina «una manera de volver a las raíces, de tocar tierra, en el sentido literal y metafórico, en una época llena de aire, como sucede en el mundo digital. Mucha gente necesita alejarse de ello, por eso se ha puesto de moda tanto la cerámica como cultivar un huerto o la cocina, que nos permiten bajar el ritmo y tocar cosas reales frente a lo intangible», destaca mientras sus gallinas cacarean.
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