Con los castrati, fin de trayecto
En estos encuentros, en los que participaron autores, editores, críticos, músicos, incluso científicos se trató cómo la Inteligencia Artificial puede condicionar el futuro de la literatura, entre otras cosas

Tiziana Bagatella durante su intervención. / Sonia Troncoso

En un entorno como el de Aranjuez, con sus jardines en los que se sembraron y cuidaron las plantas medicinales de la época, el siglo XVI y en el que vivieron el castrato Farinelli, considerada la persona con la «mejor voz de todos los tiempos» y Santiago Russinyol, el pintor catalán que inmortalizó esos parajes en sus cuadros, en ese lugar, cerca de Madrid era obligado que, en alguna de sus convocatorias, se celebraran las Conversaciones de Formentor. Y este hecho ha tenido lugar este año, cuando durante cuatro días se disertó sobre la relación entre la literatura y la música.
Durante estas crónicas que concluyeron ayer hemos intentado describir el espíritu de esos encuentros en los que han participado autores, editores, críticos, músicos, incluso científicos y en los que, además, se trató el tema de cómo la Inteligencia Artificial puede condicionar el futuro de la literatura y del libro en general.
Bajo los metafóricos títulos de Tenores, Sopranos y Barítonos, pudimos conocer cómo, de manera directa o tangencial, los compositores han utilizado textos ya existentes a la hora de escribir sus óperas o, como añadió Benet Casablancas, «sus canciones».
En la penúltima de las sesiones, la medievalista Almudena Blasco se refirió al compositor José de Nebra, heredero del estilo musical del mallorquín Antoni Lliteres, que trabajó y triunfó en la corte española a caballo entre los siglos XVII y XVIII.
Ya para terminar, la última sesión, enlazada con la anterior, estuvo dedicada a los castrati, para los que algunos músicos de los siglos XVI y XVII, sobre todo en Italia, escribieron obras para la escena y para la iglesia. Muy interesante fue la aportación que hizo la actriz italiana Tiziana Bagatella sobre el mundo que envolvía a esos cantantes, convertidos en seres humanamente extraños por obra de una intervención quirúrgica realizada con modos nada higiénicos y siempre éticamente reprobables. Bagatella interpretó más que leyó, su intervención, pues al buen decir puso el énfasis propio de una artista que ha trabajado con autores como el mismo Dario Fo, premio Nobel de Literatura. La actriz basó sus deliberaciones en un libro, Historia de los castrati de Patrick Barbier, uno de los grandes estudiosos de la música italiana del barroco y en el que el autor describe, minuciosamente, cómo era la vida de esos jóvenes, algunos de ellos, una minoría, convertidos en triunfadores mientras que los demás, o bien morían en la operación o eran relegados a tener una vida que no querrían para sí ni los que incitaban a hacerla ni los «cirujanos» (es un decir) que la llevaban a cabo.
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