El gallinero

Dramaturgia contemporánea

Núria Sbert y Núria Fiol 
en ‘Cul-de-sac’.

Núria Sbert y Núria Fiol en ‘Cul-de-sac’.

Rafa Gallego

Rafa Gallego

Dos montajes de estreno, resultantes de las coproducciones del Principal de Palma, llevan el sello de autores de aquí. Cul-de-sac y La compostura, de Joan Tomàs Martínez y Héctor Seoane respectivamente, abordan cuestiones de ahora, nos interpelan como seres de nuestro tiempo, políticos, egoístas y comprometidos, defectuosos... con ese punto legítima ambición necesario para mejorar el mundo hostil que nos acoge.

Cul-de-sac, dirigida por Mar Fiol e interpretada por Núria Fiol y Núria Sbert (y la colaboración especial de Aina Frau), nos sitúa en contexto distópico, y tan posible a la vez, donde dos activistas planean una suerte de acción total (hasta aquí se puede contar). Bebe la obra de la rabia, de las dificultades extremas para leer lo que nos está pasando a costa de todas esas crisis que se solapan y retroalimentan: la vivienda, la identidad, la masificación turística, la especulación, la corrupción y la madre de todas ellas y que tiene que ver con los valores que se pierden. Hay misterio, mensaje, nostalgia, filosofía, oscuridad... y, a falta de puertas que se abran con manuales y dogmas, la pieza viene a recordar que nos queda la indignación, que también es una puerta en sí misma.

La compostura es tantas cosas que por momentos invita al espectador a elegir su propia aventura dentro de la trama global. Por razones obvias, mi me llega, me toca, el ramal la crisis creativa del protagonista –un dramaturgo que busca una historia que no es la suya y unos personajes que de entrada observa como ajenos- y también me seduce el esquema de pareja que presenta, con sus maravillosos momentos de complicidad, con todas sus mierdas cotidianas. Pero como se dice al principio del espectáculo, la cosa no va de todo lo que he explicado, o quizá sí, pero no solo de eso. Y es que hay algo marcadamente telúrico en la propuesta, una corriente que engarza con los textos de Mouawad, con aquello de gestionar las dos orillas, la distancia, el exilio emocional, las guerras físicas y las que se libran en nuestro estómago. El mosaico que ha escrito Seoane, que interpreta él mismo (hay varios actores en él y lo vais a comprobar cuando veáis la obra), Ann Perelló y Cesca Salazar, que dirige espléndidamente Joan M. Albinyana y donde luce el espacio sonoro creado por Sara Mingolla, tiene la capacidad de emocionar, de hacer reír y, lo que es más importante: de generar dudas; en ese último campo, el de las incertezas, es donde mejor se mueve la historia, y en ese marco es donde hayamos el gran desafío, el que nos plantea si escuchar u obviar a ese Dios invisible que nos mira y nos pregunta constantemente ¿qué queremos y qué podemos salvar?

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