Oblicuidad

La mujer más rica del mundo vende su casa de Mallorca por 13 millones

Una familia de inmobiliarios de Boston compra ‘Can Roig’ de Formentor, el chalet emblemático de los dueños de L’Oréal

Françoise Bettencourt ha veraneado en ‘Can Roig’ desde 1958, cuando tenía cinco años de edad.

Françoise Bettencourt ha veraneado en ‘Can Roig’ desde 1958, cuando tenía cinco años de edad. / DM

Matías Vallés

Matías Vallés

La pregunta es muy sencilla, ¿se marcharía usted de Mallorca si le pagaran trece millones de euros por abandonarla? Por tanto, no derrochemos críticas hacia la recién jubilada Françoise Bettencourt Meyers. La mujer más rica del mundo hasta este mismo año, con una fortuna acreditada de 90 mil millones de euros como propietaria de un 36 por ciento del gigante perfumista L’Oréal, también ha disuelto su vínculo con Mallorca. Se ha desprendido por 12,5 millones de euros de la casa de Formentor donde ha venido disfrutando de largas estancias desde 1958, cuando contaba con cinco años de edad.

La mujer más rica del mundo vende su casa de Mallorca por 13 millones

La mujer más rica del mundo vende su casa de Mallorca por 13 millones

‘Can Roig’, que así se llama la lujosa vivienda, fue adquirida por los padres de Françoise Bettencourt, el ministro francés André Bettencourt y la heredera Liliane Schueller Bettencourt de L’Oréal/Nestlé. Después de desechar ofertas a la baja, los compradores definitivos son una familia de promotores inmobiliarios estadounidenses afincados en Boston, y con arraigo desde hace décadas en Formentor.

Como es habitual en estos casos, la transacción se ha llevado a cabo a través de sociedades, y ha supuesto la iniciación de un proceso de reforma de la propiedad. La fachada de ‘Can Roig’ aquí reproducida define la sencillez de las viviendas levantadas en los años cincuenta. La casa ligada a la mujer más rica del mundo desde su tierna infancia se caracteriza por paredes blancas, pinos, macizos de flores, adelfas y tumbonas junto a la piscina con un pino en su centro, que envuelve la casa y con su fondo visible desde las plantas inferiores habilitadas en sucesivas reformas. Allí nadaban con vigor las Bettencourt, además de desarrollar exigentes tablas gimnásticas a diario.

En menos de una década, la mujer que siempre volaba a Mallorca en avión privado ha vivido tres pérdidas sustanciales. Francoise Bettencourt sufrió la muerte de su madre, un año después de haber veraneado juntas en Formentor, donde en 2006 tuvo lugar la caída junto a su marido que inició su deterioro cognitivo. La heredera también ha delegado en su hijo el puesto de vicepresidente del consejo de L’Oréal, tras triplicar los treinta mil millones de fortuna materna. Y en fin, se desvincula de Mallorca después de que la familia se desprendiera también de la isla privada de Arros en las Seychelles, por sesenta millones de euros pese a la sobrepoblación de mosquitos.

Una sencilla frase define el vínculo emocional de madre e hija con su casa mallorquina. Liliane Bettencourt solía decir que «aquí puedo respirar», lejos de las presiones parisinas. Queda claro que aquella Mallorca se ha vuelto irrespirable, y ni los privilegios que el Govern y la Dirección General de Tráfico conceden a los millonarios de Formentor evitan el colapso de las carreteras y playas.

Tras el repliegue de los Bettencourt, líderes del apogeo francés en Formentor junto al ingeniero Robert Esnault-Pelterie, precursor de la aeronáutica y la astronáutica, la bandera tricolor sigue representada en ‘Can Morea’ por Bernard Picasso. El nieto del pintor fue retratado en su día por Miquel Barceló.

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