Antonina Canyelles: "Llegará el día en que la gente no querrá venir a Mallorca”

La escritora publica 'Xampú Xampany', un nuevo libro de esta poeta "indomable"

Antonina Canyelles, escritora

Antonina Canyelles, escritora / B.RAMON

Palma

Visionaria, única, indomable. ¿En cuál de estos adjetivos se reconoce?

Indomable. Cuando digo “esto no lo haré”, no lo hago, y si digo “no iré”, no voy.

¿Nunca han intentado dominarla?

Desde que nací han intentado domarme.

La escritura puede ser una poderosa herramienta de liberación.

A mí escribir me ha gustado siempre pero no tenía pretensiones de dedicarme a esto. En la escuela fue en lo único que destaqué: en redacción, gramática, música… También pinté unos años. La cosa artística siempre me ha ido bien, y el resto no me ha interesado, y cuando algo no me interesa, no me interesa nada, paso olímpicamente.

Su obra ha sido llevada al teatro, con ‘El gran manicomi’, y ha sido ampliamente ilustrada por dibujantes y fotógrafos. Yo en sus poemas no dejo de ver notas musicales.

Es cierto. Procuro que me suene bien, que el poema tenga cierto equilibrio musical.

Si fos més intel·ligenta potser seria cantanta”.

Sí. Ya desde muy joven estudié música, quería dedicarme al violín pero por toda una serie de circunstancias adversas no lo hice. Una de ellas es que tenía que estudiar fuera de Mallorca, en Madrid, o en Bélgica, que tenía por aquel tiempo un conservatorio muy bueno, pero en mi casa económicamente no se lo podían permitir. Tampoco le puedo dar la culpa solo a esto, porque yo podría haber quedado como una violinista discreta tocando con la Orquestra Simfònica. Mis pretensiones eran más altas. No sé si me faltó vocación o no, pero yo siempre he sido una persona que ha trabajado mucho y al mismo tiempo también he sido la más holgazana del mundo. Siempre tengo que protestar pero luego me pongo y trabajo como la que más. El violín es un instrumento muy difícil que requiere un espíritu que no quise poner en práctica.

Vaig vendre l’instrument, regalar el faristol y cremar las partitures”.

Como hacen las malas madres. Sí, y siempre me he arrepentido. Hay gente que cada día, cuando se levanta, reza y piensa en sus padres muertos. Pues yo cada día pienso: por qué lo dejé. Y no es que cogiera la poesía como sustituta de la música.

Antonina Canyelles, poeta

Antonina Canyelles, poeta / B.RAMON

¿Quema muchos poemas?

Muchísimos. Ahora mismo tengo cinco o seis en marcha y no sé acabarlos, o continuar con ellos. Hay poetas que me dicen: yo casi no rectifico. Pues yo sí, porque tengo aquella idea, y luego al día siguiente me digo: cómo pude escribir esto. Hay gente que piensa que tengo una gran facilidad. Al contrario. Pero claro, ven esto tan sencillo... con un léxico muy corriente, con una poesía muy oral. A mí me lleva mucho trabajo.

Érem unes criatures innocentment perverses”. Los niños de hoy tampoco se salvan, con esos juguetes demoníacos: móviles, tablets y videojuegos.

Es verdad, pero piensa que yo nací en 1942, jugábamos en la calle, en Francesc Sancho, todavía sin asfaltar, y lo hacíamos en el suelo, con piedras, que arrojábamos contra algún cristal, hormigas, si veíamos una lagartija la teníamos que matar, lo mismo con los saltamontes, a los que les quitábamos las patas… Y eso no nos conmovía.

Jove que no em cedeixes el seient a l’autobús, me cag en els teus màsters”. Usted fue profesora en el colegio Pius XII. ¿Confía en la juventud de estos tiempos?

No sé qué decir, yo ya no sé de qué tiempo soy. Aparte de estas diabluras que hacíamos, nosotros estábamos obligados a ser bien educados. Si a nuestros padres les hubiera dicho que hacíamos cosas de esas se habrían enfadado mucho. No es que fuéramos mejores niños sino que nuestra educación estaba muy marcada. Yo, que estuve en los ‘escoltes’ quince años y me he dedicado a la educación toda la vida, veo que los padres son excesivamente permisivos. Nosotros fuimos niños de la posguerra, hijos de una gente que en los mejores años de su vida tuvieron que sufrir una guerra.

Cuando usted era niña todo dios llevaba pistola. “Deien que era per si venien els russos”.

Nosotros sabíamos que había habido una guerra, pero no sabíamos muy bien qué era una guerra. Mi abuela nos decía que se fueron al refugio y cuando regresaron las bombas habían derribado la pared y desde la calle se veían las ollas y la cocina. Por la calle veías muchos militares a pie, que debían ir a las oficinas, todos con pistola, al igual que la guardia civil, con aquellos pistolones, y el guardia municipal de sa Placeta Fleming, donde yo vivía y jugaba, que lo controlaba todo desde un banco sentado. En la escuela nos hacían rezar “para que no vengan los rusos”. ¡La historia se repite!

Pagaria per poder somiar que s’incendia el Vaticà amb tots els seus monstres i que en despertar no fos un somni”. ¿Qué espera del nuevo Papa?

Estos días he visto a gente llorando por la calle por la muerte del Papa [Francisco]. Y yo he hecho un poema en el que el viento me envía briznas (busques) a los ojos y aprovecho las lágrimas para llorar por el Papa. Lo de la Iglesia no lo puedo resistir. Es tan falso todo… Además, la gente de mi generación, con aquello de “puras y castas” y “que si tú eres mi novio”. Si para darnos la mano nos teníamos que esconder detrás de una esquina, sabiendo que los capellanes hacían todo lo que querían.

La poeta Antonina Canyelles, en una imagen de archivo

La poeta Antonina Canyelles, en una imagen de archivo / Gabriel Ramón

¿Cuándo perdió la fe?

Tuve fe. Cuando era de los ‘escoltes’ yo era del movimiento católico, un movimiento católico moderno, pero he cambiado mucho. Conozco capellanes que son unas bellísimas personas pero yo a la Iglesia no la puedo ver, de ninguna de las maneras. Y no sé por qué le tengo esta fobia, porque tampoco me han condenado a galeras.

¿En qué cree Antonina Canyelles?

En la amistad por encima de todas las cosas, y en las relaciones humanas. La parte divina no me interesa nada.

El mundo literario está lleno de divinos.

Sí, pero no son seguros, son como un invento. Supongo que los divinos, las divinidades, las inventamos para tener un cierto consuelo no sé de qué.

¿Cuál es el mayor premio que le ha dado la poesía?

Tener muchos lectores. No soy una autora premiada, salvo el Marian Aguiló, que lo gané en 1979 -tampoco he concursado mucho, porque siempre he desconfiado-, y el Jaume Fuster de la AELC (2024), que nunca pensé que me lo darían. En este último no hay tongo porque son los asociados quienes te votan. Los libros premiados están a kilómetros de lo que yo escribo. Yo escribo de una manera diferentes, y los míos no son los libros que se llevan premios.

Portada de 'Xampú Xampany', el nuevo libro de Antonina Canyelles

Portada de 'Xampú Xampany', el nuevo libro de Antonina Canyelles / .

¿Qué relación ha mantenido usted con las editoriales?

Solo he tenido una [Lapislàtzuli Editorial], y se hizo para mí. Jon López de Viñaspre nunca pensó en abrir una editorial, la inició con mi libro. Fue a raíz de un viaje que hicimos a Argelia, invitados por la Institució de les Lletres Catalanes. Ahí nació nuestra amistad. “Me gusta tanto como escribes que montaré una editorial”, me dijo. Siempre lo digo y siempre lo diré: si no fuera por Jon no me conocería casi nadie. Siempre se ha cuidado mucho de darme a conocer.

Feminista e independentista, ¿también contraria al turismo?

Feminista de las antiguas, pero no de las que llevaban “banda i capell”, ni de las que llevan todo este “merder” con el género. A las mujeres la educación se la dan las madres, y la mía siempre me dijo que tenía que ser independiente. Soy independiente e independentista. ¿Y turismofóbica? Necesitamos el turismo, sí, pero no este desastre. Llegará el día en que la gente no querrá venir a Mallorca. Tampoco iré con un cartel que ponga “turistas fuera” porque lo considero de niños pequeños. Son los políticos que tienen que arreglar estas historias.

¡Ay los políticos, qué dolor! “Es disputen les mentides mentre nosaltres votam pinotxos”. ¿Cuándo dejó de creer en nuestros gobernantes?

Nunca he creído en la clase política. Si hubiera nacido en Suiza, donde son demócratas desde hace mucho tiempo… pero nosotros pasamos del siglo XIX a una República cortísima, la Guerra civil y la posguerra larguísima, y luego un cambio que no fue tal.

Un 40 por ciento de los catalanes cree que la lengua catalana está amenazada y puede desaparecer.

Me incluyo en ese 40 por ciento. Yo, que he estudiado catalán y sé mucho, porque me he dedicado durante bastantes años, veo el catalán que hablaban mis abuelos, y era perfecto, desde el punto de vista del léxico, de la sintaxis. Y encima nuestra educación era en castellano. Las ‘castellanades’ que dicen ahora nosotros no las decíamos.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents