CRÍTICA
Amazing Grace
Oquestra Simfònica de Balears
- Francisco G. Fullana,
- violín y director
- Obras de Beethoven y Vivaldi
- Teatre Principal de Palma
- 13-03-25
Calificación: ****
"A mazing grace" (gracia sublim), la famosa canción que bien puede servir como villancico y como himno, cerró (fuera de programa), en una versión en forma de Tema y Variaciones para violín solo, lo que había sido una velada memorable. Nos referimos a la que el pasado jueves protagonizó Francisco G. Fullana junto a la Simfònica, en el Teatre Principal de Palma. En el programa: la Octava de Beethoven y Las cuatro Estaciones de Vivaldi. En ambas, el violinista mallorquín actuó como director y en la segunda, como es obvio, también como solista.
Para el Beethoven, interpretado de manera más que correcta y dirigido desde el primer atril, se optó por una orquesta al uso, con un grupo de cuerdas solvente, unos vientos sin estridencias y timbales (esos sí, resonando demasiado, quizás por la propia acústica del escenario). El resultado: optimista. Sí, una interpretación rebosante de la gracia que el compositor quiere imprimir a la partitura, una alegría que de principio a fin recorre el pentagrama. De hecho, no tiene movimiento lento. Una alegría muy al estilo Beethoven, que hace que todo fluya, que parezca sencillo, cuando en realidad no tiene nada de trivial.
En la segunda parte, como en las evangélicas Bodas de Caná, llegó la exquisitez, en forma de una versión nueva, elegante, fresca, intensa, genuina (se me acaban los adjetivos) de Las Cuatro Estaciones de Vivaldi, que forman parte de ese tratado musical que es Il cimento dell’armonia e dell’inventione que el veneciano terminó hace ahora trescientos años, en 1725.
Para la ocasión, G. Fullana contó con un grupo reducido de cuerdas y clave (magnífica Rumiko Harada) al que imprimió un cierto carácter historicista, sin serlo, consiguiendo una pátina armónica deliciosa (dell’armonia). Él, en cambio, sí que quiso volver la vista atrás y hacer hincapié en el aspecto dell’inventione, pues intercaló, entre las notas de la partitura, fraseos, acordes, guiños, de cosecha propia; invenciones, en definitiva.
Seductora, exquisita, moderna y particular esa interpretación de una obra que, como decía el mismo artista en una entrevista en este periódico hace unos días: "No por muy escuchada una partitura podemos decir que la conocemos bien". Así que, en esas Estaciones, tan trilladas y escuchadas, descubrimos detalles que las convirtieron en algo nuevo, diferente.
Muy bien pues ese artista nuestro, que demostró que puede con el violín y con toda la orquesta, haciendo lo que ya han probado con éxito otros grandes del instrumento como Joshua Bell, que de pie como solistas o sentados como un músico más, son capaces de dirigir y liderar. Enhorabuena.
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