Oblicuidad

Y el Óscar lo pierde Karla Sofía Gascón por un tuit

La primera mujer trans que tenía ganada la estatuilla a mejor actriz se estrella con la cultura ‘woke’ que la catapultó

Gascón recoge el último premio que recibirá por ‘Emilia Pérez’.

Gascón recoge el último premio que recibirá por ‘Emilia Pérez’. / DM

Matías Vallés

Matías Vallés

El formulismo para la entrega de la estatuilla a la mejor actriz, en la gala del próximo 10 de marzo, rezará que «Y el Óscar lo pierde Karla Sofía Gascón por culpa de un tuit». La transexual de Alcobendas, que se mofaba en anteriores ceremonias del premio «a mi primo cojo», no solo ha quedado fulminantemente descabalgada por su libertad de expresión. También ha demostrado que las condiciones de víctima y verdugo son compatibles dentro de una misma persona, en contra de los beatos.

Con la resurrección de sus tuits ignominiosos, porque la corrección política exige adjetivos irrefutables, Gascón acaba de consagrarse como la primera cuñada trans. Por desgracia, en Hollywood no bromean con estas cosas. Y tampoco leen, así que la vergonzosa petición de disculpas de la actriz no cursará con ningún efecto balsámico. Su estatuilla es irrecuperable, relativiza la muerte de George Floyd en un país donde los multimillonarios del rugby hincan la rodilla en su recuerdo. O habla de «moros», olvidando que solo Arturo Pérez-Reverte está autorizado a diseminar el término en su historia de España, pero nunca la aspirante a un Óscar liofilizado.

La primera mujer trans que tenía ganada la estatuilla a mejor actriz se estrella con la cultura woke que la catapultó. Si la unidimensionalidad de los doctrinarios dejara un hueco para la ironía, estallarían en una carcajada ante la contradicción. En cuanto a los fanáticos de la libertad aunque duela, deberán matricularse en otra sesión de Emilia Pérez para reivindicar a Gascón.

El revuelo, qué bonitos eran los términos del periodismo clásico, demuestra que en ningún caso se ha valorado a Gascón por su doble papel en el narcocorrido antitrans de Emilia Pérez. A propósito, la actriz popular en México se muestra más afortunada interpretando al narcotraficante Manitas antes de su reconversión en mujer, aunque esta opinión estética puede resultar insultante para los canceladores. Nada de esto importa, se trataba solo de premiar a una mujer trans, a cualquier mujer trans, antes de que se descubriera su ambigüedad sobre la prohibición de la esvástica.

La valoración de Gascón por su filiación sexual antes que por su trabajo cuestiona las políticas DEI de Diversidad, Igualdad e Inclusión que pretende anular la nueva Administración estadounidense. Y el recuento de paradojas no ha finalizado. A la actriz española solo puede devolverle la estatuilla el respaldo del mismo Donald Trump que proclamó desde su inauguración que solo existen los dos sexos de toda la vida.

La autonomía del escándalo pulveriza la lógica subyacente en algunas deposiciones de Gascón. No debería sorprender que una mujer trans catalogue a todas las religiones de «creencias de imbéciles», dado el trato que brindan a su opción de género. El problema woke es que la actriz no circunscribía sus tuits a las confesiones cristianas contra las que está autorizado blasfemar, sino que se propagaba al tabú islámico. Por eso mismo, recogió en los Golden Globes el último premio que recibirá por Emilia Pérez. Y suerte tendrá si no ha esterilizado las trece nominaciones de una película que rima con sus tuits.

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