Entrevista

Hayley Campbell: “Puedes pensar que la muerte no te va a afectar, que puedes mantenerte a distancia, pero es imposible”

En ‘Todos los vivos y los muertos’, Campbell investiga la industria de la muerte y a las personas que trabajan en ella: de directoras de funeraria a limpiadores de escenas del crimen, verdugos, embalsamadores, enterradores y operarios de crematorio

La periodista e investigadora Hayley Campbell.

La periodista e investigadora Hayley Campbell. / EPC

Natalia Araguás

El fallecimiento de una amiga cuando solo tenía 12 años y el hecho de crecer viendo a su padre, el ilustrador Eddie Campbell, dibujando el cómic ‘From Hell’ sobre Jack el Destripador junto a Alan Moore despertó en la escritora y periodista Hayley Campbell una fascinación por la muerte. En ‘Todos los vivos y los muertos’ (Capitan Swing), que llega hoy a librerías, la satisface investigando esta industria y a las personas que trabajan en ella: de directoras de funeraria a limpiadores de escenas del crimen, verdugos, embalsamadores, enterradores y operarios de crematorio, entre otros. No salió indemne de ver centenares de cadáveres y entrevistar decenas de profesionales que mantienen un mundo al margen del otro. Hayley Cambell, que ha escrito en medios como BuzzFeed, WIRED y ‘The Guardian’, asegura que en su próximo libro pondrá su descriptiva prosa al servicio de los vivos. 

El poder transformador de la muerte va más allá de las palabras, ha escrito. ¿Cómo le ha transformado a usted escribir este libro? 

Soy más consciente de que todos vamos a morir y lo soy en todo momento. Me volvió más delicada cuando escribí el libro, si una amiga me decía que estaba embarazada yo me acordaba de los bebés que había visto muertos en las morgues, si alguien me decía que tenía cáncer también me pasaba. Todo se volvió más intenso y emotivo. Ahora me molestan menos cosas, soy más consciente de lo que importa y lo que no y me concentro en lo primero.

“Creo que el interés por la muerte no es solo para los morbosos”, escribe. ¿Para quién más?

Ojalá que la muerte interesara a todo el mundo, parece que se deja para los morbosos y a los góticos. Mientras escribía me preguntaba por qué, siempre me han interesado las cosas que se supone que no tendría que ver como periodista. La muerte no es un nicho minoritario, nos va a pasar a todos y a todas las personas que queremos. 

Puedes esperar presenciar autopsias atroces, pero no puedes predecir cómo te sentirás ante el cadáver de un bebé

Cita en algún momento a Shirley Jackson: “ningún organismo vivo puede mantenerse cuerdo durante mucho tiempo en unas condiciones de realidad absoluta”. ¿Abundan en la industria de la muerte personas con problemas de salud mental?

Antes me preguntaba si esa gente sería distinta, si les afectarían menos las cosas que a los demás nos dan aprensión. Pero al final todo el mundo hacía su trabajo y sentía que hacía algo importante. Podemos hacer cosas terribles si le damos un sentido, muchos se centraban en ayudar a los vivos. No me encontré con gente que solo lo hiciera por dinero. 

La periodista e investigadora Hayley Campbell.

La periodista e investigadora Hayley Campbell. / EPC

¿Empatizó con todos, hasta con el verdugo?

Sí, él había encontrado formas de hacer su trabajo. Yo no estoy a favor de la pena capital, ni siquiera él lo estaba cuando hicimos la entrevista. No era su argumento principal, no tenía un discursito preparado. Tenía momentos que reflejaban que no era alguien cínico ni frío: no podía mirarse al espejo el día de una ejecución, durante todo el tiempo que hizo el trabajo no se lo contó ni a su mujer. 

“Si se parasen, quizás les pasaría factura”, dices sobre el identificador de víctimas en catástrofes y el escultor de máscaras mortuorias. ¿Es la actividad lo que les mantiene cuerdos?

Yo creo que sí. En el momento en que lo dejan pierden su papel en el mundo. Pasa con mucha gente que se jubila, pero aquí es más intenso. ¿Qué hacen cuando ven imágenes de cadáveres, de familias de duelo? Ya no forman parte del equipo que está colaborando. Gente así no puede soportar ser un mero espectador. Hacer algo ayuda mucho, quedarte parado diciendo ‘qué horror’ no sirve de nada, he aprendido gracias a este libro. 

El primer cadáver que yo vi fue para este libro, me pude preparar. No llegué a casa y me encontré con un muerto mío. Eso debería ser un lujo que tenga todo el mundo

¿Todas las personas que se dedican al sector de la muerte lo hacen por ayudar, cree francamente?

No. Todo el mundo es diferente. No es que todas esas personas carezcan de una cualidad concreta. Tampoco hay nadie a quien le parezca todo bien, el hombre que trabajaba en un crematorio desde hace 30 años por ejemplo se horrorizó cuando yo le dije que yo había estado vistiendo cadáveres. Los límites que cada cual se impone son muy personales, así como la forma de afrontar las cosas. Yo misma, cuando me impactó ver a un bebé muerto, mi manera de afrontarlo fue ir a ver a una comadrona de duelo y mostrar que esas personas existen y son heroicas, investigar y ponerlo por escrito.

Dice que esta vez no consiguió actuar como turista en un mundo ajeno, como se espera de un periodista, que se implicó más de lo previsto.

Sí, y no me lo esperaba. Yo pensaba: ‘haré unas entrevistas y luego lo escribo’. Y a veces, cuando busco en Goodreads, me encuentro con gente que piensa: ‘el libro hubiera estado muy bien si Hayley hubiera sido una buena periodista en vez de darse protagonismo’. No lo están entendiendo. Tú te puedes meter y pensar que la muerte no te va a afectar, que puedes mantenerte a distancia, pero es imposible. Tus reacciones son muy personales, intento describirlas de la forma más honesta y veraz posible. Hay una cita de Mike Tyson: “todo el mundo tiene un plan hasta que te pegan un puñetazo en la cara”. Seguro que los periodistas que van a guerras tienen una idea en su cabeza sobre el horror, pero hasta que no ves ciertos detalles no sabes cómo te afectan. Tú puedes esperar presenciar autopsias atroces, pero no puedes predecir cómo te sentirás ante el cadáver de un bebé o una caja de bodies cuando van a vestirlo.  

Fue ese bebé lo que más le afectó del libro, ¿verdad?

Sí. No cuando le hicieron la autopsia, cuando lo bañaron en una bañerita, con espuma. Ayudé a vestirlo. Era una escena muy doméstica en un entorno científico de autopsias. Me afectó mucho y fue algo inesperado, acababa de asistir a autopsia de un adulto mucho más chocante, a nivel objetivo. 

Cuenta sobre su infancia que no temía a la muerte, que estaba cautivada por ella. ¿Se le ha pasado ese interés en la edad adulta?

No, aun lo encuentro fascinante. Pero ahora me aproximo a la muerte menos como si fuera al circo: la magia, el misterio, se ha perdido. Ayudo a mis amigos con las muertes de sus familiares. Tengo una amiga con un bebé que tuvo un tumor cerebral y recurrió a mí cuando buscaba funeraria. Ayudé a otra cuya madre quería donar su cuerpo a la ciencia. Es un tema muy específico sobre el que soy experta.

El primer muerto que veas no deberías ser alguien a quien quieras, defiende.

Sí, yo tuve el privilegio de tener esa elección. El primer cadáver que yo vi fue para este libro, me pude preparar. No llegué a casa y me encontré con un muerto mío. Eso debería ser un lujo que tenga todo el mundo. Se lo tengo que agradecer a Poppy, la directora de una funeraria preciosa que me dejó ayudar vestir a un absoluto desconocido. 

Hay más mujeres en los trabajos funerarios y relacionados con la muerte. ¿Tiene una teoría al respecto, verdad?

Sí. Mi teoría es que las mujeres son más prácticas en cuanto a la sangre: tenemos la regla, bebés y somos menos asquerositas para esas cosas. Mis editoras han sido todas mujeres, estaban súper interesadas. Me pareció en cambio que muchos hombres no querían saber. Los transhumanistas son casi todos hombres, también en la criogenia hay pocas mujeres, ellas no piensan que la muerte se pueda derrotar.

La muerte no es un nicho minoritario, nos va a pasar a todos y a todas las personas que queremos

Recela de las grandes religiones, pero el capítulo del instituto criónico de Detroit está retratado con mucha simpatía. ¿Por qué?

Yo me crié en una familia católica y ya he tenido suficiente, no gracias. Lo de la criogenia, me gustó mucho verlos como empollones majos que no me querían vender nada. Esto es un experimento, me decían, no sabemos si puede funcionar. Yo no quiero que me congelen ni nada por el estilo, pero es algo que ayuda a los vivos. La gente trata aquellos tanques como si fuera un cementerio, los visitan. Si se tiene una enfermedad terminal, no es menos horrible pero conlleva una cierta esperanza, hubo en Reino Unido el caso de una chica de catorce años que escribió una carta al Tribunal Superior de Justicia de Inglaterra solicitando que la congelaran después de la muerte por si en el futuro la podían curar. 

En las sociedades occidentales nos mantienen alejados de la muerte real, pero en cambio cada vez estamos más expuestos a imágenes. En su caso, pasó la adolescencia navegando en la web Rotten.com, con unas fotos horribles de cadáveres. ¿Cómo cree que nos afecta esto?

Es otra forma de distanciarnos de la muerte. Yo intentaba ver qué era lo peor que me iba a encontrar, que era capaz de aguantar. Ahora está Gaza, la gente cuelga constantemente imágenes de niños muertos y es atroz. A mí de adolescente no me hizo ningún bien ver todas aquellas muertes a través de una pantalla. Si se te muere un familiar vale la pena aprovechar la oportunidad para verlo, no va a ser tan horrible como crees, es una experiencia del todo distinta. Aunque tardes un tiempo en procesarlo.

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