El gallinero

El gallinero: Vindicación del cómico

Bernat Molina y Luca Bonadei, actuando en el Teatre de Barra.

Bernat Molina y Luca Bonadei, actuando en el Teatre de Barra. / J. Salom

Rafa Gallego

Rafa Gallego

Apuesta el Ayuntamiento de Palma por subrayar la figura de Xesc Forteza en el 25 aniversario de su muerte, aunque el tributo siempre ha estado presente: en el imaginario colectivo de los espectadores que asistieron a sus obras, en la programación de IB3 desde sus inicios o en algunos creadores y compañías contemporáneas, que no esconden la influencia del artista.

Con Ca ses monges –producción municipal propia– la vindicación toma forma de espejo en el presente. Y es que la dirección de Vicenç Torres rehúye el intervencionismo, la actualización, para presentar un homenaje a calzón quitado. Esto era Forteza y ahí lo tenéis. Pura comedia de enredo, de humor efectista, de interpretación de gesto, de hipérbole, con notas picantes (al límite, si colocamos la lupa que exige la relectura lila de la actualidad), con puertas que se abren y se cierran, descaro desacomplejado, en definitiva. ‘Teatro popular’ se le llamó luego, porque en los años en que se hacía era simplemente el teatro que veía la mayoría de la gente. Xesc era nuestro Eduardo De Filippo, aunque sin denuncia social; él era el perfecto pícaro, gamberro a la mallorquina y se ganó la eternidad. Ante el reto de emular sin que nada rechine, Torres ha hecho un casting adecuado; destacan Bernat Mayol –convincente trasunto de Forteza–, Marta Ferrer y el guiño de subir al escenario a Marc, hijo del mítico Joan Bibiloni, actor de la compañía original. Por cierto, el teatro que lleva el nombre del homenajeado estaba lleno; y a esa parte de la concurrencia que ya le vio actuar, se le unió gente joven.

Llega a la 24 entrega el Teatre de Barra, que por ahora sigue en la zona de Blanquerna. Lo hace con una de las ediciones de más calidad de entre las últimas y con las leyendas y rondalles como lema. Textos cuidados, que van más allá del gag alargado, de la anécdota, entre los que destaca El mal germà (Pep Ramon Cerdà vuelve a crear tras dirigir el Teatre Principal de Palma), una actualización precisa e intrigante de La flor romanial. Yo vi el pase donde actuaban Miquel Àngel Torrens y Joan Vila (también la harán Pau Pascual y Joan Fullana) y ambos estaban impecables. El Salt de Vell home está escrita, dirigida e interpretada por Bernat Molina, que se hace acompañar de Luca Bonadei (otro que está de vuelta, por suerte para el teatro). Divertida y entrañable a partes iguales. Una joyita. Sísif es la propuesta de Marga Arrom, reciente ganadora del Torneig de Dramatúrgia. Me funcionaba más sobre el papel esa traslación del mito sobre la condena a repetir y repetirnos; pero ahí están el sello cómico de la autora y Cata Rosell y Joan Manel Vadell en acción. Inbox Odissea es el debut de Alba Vinton (escribe y dirige) en este formato y para la ocasión ha elegido a Marina Vaquer y Mariona Hauf. Fresca, descarada, la más gamberra, le da una vuelta de tuerca, contemporánea y desmitificadora, al periplo de Ulises. Muera el héroe, vivan Penélope y las sirenas. Y para acabar, Na Catalina de ses gerres, de Joan Bennàssar, un habitual. Desternillante de principio a fin, con Albert Mèlich y Maria Rosselló en estado de gracia. De lo más loco que he visto en los bares.

Estén pendientes del Principal de Inca. La semana pasada programó Les traces de la memoria. Aunque en una sola función, se pudo ver a la última ganadora del Pare Colom (el concurso de textos que organiza el Consistorio de la localidad). Ojalá todas las obras premiadas acabasen sobre los escenarios. La obra es de Esther Lázaro, interpretada por ella misma y por Rosa Aguado y dirigida por Alba Saura; una pieza necesaria, evocadora, sobre la memoria, la tragedia de los niños robados en la España fascista y post-fascista. Documentación, revelación y rabia. Buen teatro.

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