Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Oblicuidad

Vattimo iguala 'Aida' con 'Casablanca'

«Lamento que vaya a perderme las vacaciones en la Luna o Marte». MIQUEL MASSUTÍ

Gianni Vattimo nunca perdía la calma. Es el mejor entrevistado y quizás el profesor más excelso que he conocido. Cuando afirmaba en Palma que «Casablanca está en la misma liga que Aida por su consistencia histórica», no solo se pronunciaba como un cinéfilo que había visto todas las películas mientras practicaba el sexo en la sala oscura. También había dominado la ópera, a Nietzsche, a Santo Tomás, a Heidegger, a Marx. Podía criticar una «filosofía que ya solo juega el papel de traductora del saber unificado científico», porque se la sabía entera.

Un attimo con Vattimo era un instante muy provechoso. Sintetizaba la profesionalidad académica con la búsqueda del placer. Fortaleció la debilidad del pensiero debole, porque cifraba en este pensamiento «diluido» la garantía de la convivencia entre hombres libres. Al señalar con voz pausada que «la verdad surge más del consentimiento que de la objetividad pura», no solo anticipaba en un cuarto de siglo la aceptación de la vacuna contra la covid. También enlazaba con la convicción del físico Niels Bohr al proclamar que «la ciencia es lo que decimos sobre la naturaleza», no la comprensión ni mucho menos la verdad.

Derrumbaron la postmodernidad sobre las espaldas de Vattimo, pero el filósofo se desembarazaba del fardo ecléctico para descargarlo sobre España, «que fue el paraíso de esta corriente cuando se imponía la movida». Por desgracia, el pensamiento débil fluye inconstante, «y hasta Almodóvar ha cambiado hoy». Vadeando certezas ingrávidas, «la derecha compite, la izquierda reduce la violencia».

Aida se hermana con Casablanca, y la opinión pública podía tener la misma razón que Platón, porque esa teneduría «no es más que una manera de aferrarse a las esencias». Vattimo ha muerto inmerso en un lío de herencias, incompatible con su elegancia al compartir el caos calmo de su compatriota Nanni Moretti. Por eso simultaneaba su convicción de «teledependiente» futbolero con la incógnita esencial de «¿quién es el Aristóteles del mundo tecnológico?», sin la prepotencia de Saul Bellow al plantearse «¿dónde está el Tolstoi zulú?»

Hasta la diversión era una actividad intelectual para Vattimo, y por eso «trato de seguir saliendo de noche cumplidos los sesenta». Se ha despedido de una época en que «las estructuras ideológicas gigantescas se han evaporado desde el interior, no por intromisiones externas». No se escabullía de sus errores pero, «gracias a que nunca fui ortodoxo, hoy puedo permitirme ser un poco marxista». Para situarse entre sus contemporáneos, recordaba que «soy un Baudrillard no demonizador». Ahora que se ha reunido con el Ser heideggeriano «que tiene tendencia a esconderse», quizás aquel día esbozó un epitafio por adelantado. «Lamento que vaya a perderme las vacaciones en la Luna o Marte».

Compartir el artículo

stats